sábado, 18 de enero de 2025

 

 

ANTONIO GONZÁLEZ y GONZÁLEZ. Estadista liberal y diplomático

 

 

Antonio González y González, destacado político natural de Valencia del Mombuey, fue una figura de singular relevancia en la historia decimonónica de la política local y regional de Extremadura.

Sus primeros pasos en la política se dieron en el ámbito local, donde fue testigo de la lenta pero inexorable transformación de la sociedad extremeña, impulsada tanto por las políticas de desarrollo regional implementadas en el siglo XIX como por los movimientos sociales y sindicales que comenzaban a cobrar fuerza. A lo largo de su carrera, Antonio González defendió con vehemencia la necesidad de potenciar el desarrollo rural. En este sentido, fue un pionero en la promoción de políticas que combinaban el respeto por las tradiciones locales con la adopción de nuevos enfoques productivos.  Fue el I marqués de Valdeterrazo, político, diplomático y abogado español.

Enemigo de las ideas del Antiguo Régimen, fue un relevante político del primer liberalismo español y responsable de su implantación. A lo largo de la Guerra de la Independencia española participa en multitud de batallas contra los franceses hasta 1814, como por ejemplo la batalla de La Albuera, recibiendo por sus servicios multitud de medallas honoríficas y alcanzando el grado de oficial en 1811.

Al terminar la guerra retoma los estudios, cursando leyes en la Universidad de Zaragoza, donde se gradúa como bachiller en 1819, ejerciendo la profesión de abogado en dicha ciudad. Atraído por la ebullición política del Trienio Liberal se traslada a Madrid, donde se integra en la burocracia jurídica del régimen liberal. En 1822 ocupa un puesto como asesor de la Capitanía General de Madrid y al año siguiente se traslada a Sevilla como auditor de la Capitanía General de Andalucía. El último puesto que ocupa es el de fiscal en el Tribunal especial de Guerra y Marina, pero con el avance de las tropas de los Cien Mil Hijos de San Luis, enviadas por la Santa Alianza para reimplantar el absolutismo en España, debe abandonar su trabajo y buscar refugio, junto a otros liberales, en la ciudad de Cádiz.

Triunfante la reacción absolutista e incumplida por Fernando VII la promesa de amnistía a Antonio González, como a los demás liberales más comprometidos, no le quedó más salida que el exilio. Sin embargo, tras permanecer unos meses en Gibraltar, no siguió los pasos de la mayoría emigrando a Gran Bretaña, sino que, junto a su hermano Luis González y los militares Facundo Infante y Antonio Seoane, se dirigió a Perú.

La llegada de Luis y Antonio González, Facundo Infante y Antonio Seoane al Perú, por lo tanto, se dio en un momento crítico en el que las fuerzas realistas estaban tratando desesperadamente de mantener su autoridad, aunque con cada vez menos éxito frente a los movimientos independentistas que finalmente triunfarían.

A su llegada al departamento de Santa Cruz en septiembre de 1824, fueron arrestados por orden del general español Juan José Olañeta, futuro suegro de Antonio González. Salvo él, aquejado de unas “calenturas malignas”, los demás lograron fugarse en diciembre con el desconcierto ocasionado por la batalla de Ayacucho. La evasión de Antonio González tuvo que esperar, no sin riesgos para su vida, al progresivo predominio de los independentistas. Fueron muchas las penalidades que pasaron los españoles exiliados en América. A punto estuvieron de ser fusilados en varias ocasiones, pero –como hemos indicado- aprovechando la transcendental batalla de Ayacucho del día 9 de diciembre de 1824, pudieron escapar de su prisión todos los integrantes del grupo menos Antonio González, por hallarse muy débil por unas fiebres contraídas. Antonio Bonifacio estuvo protegido por el cura de la prisión y algunas autoridades de la villa boliviana de Totora. Una vez recuperada la salud y con la ayuda de los bolivianos consigue escaparse y dirigirse a la ciudad peruana de Arequipa, donde vivirá los siguientes diez años. Allí abrió un despacho de abogado, que le proporcionó cuantiosos ingresos.

 

Recién instalado en Arequipa, se granjeó la amistad de destacados personajes como Francisco Xavier de Luna Pizarro, Felipe S. Estrenós o José M. Rey de Castro, que fueron asesores de José de San Martín, Simón Bolívar y Antonio José de Sucre. El extremeño se integró en los círculos de juristas de la ciudad, dando consejos jurídicos y ganándose la confianza de unos hombres que al igual que él querían construir un estado liberal y moderno.

Espartero se encontraba prisionero de las autoridades peruanas acusado de espionaje. Condenado a dura prisión, será González y González el que interceda ante Simón Bolívar, logrando que se le indultara de la pena de muerte a la que estaba condenado por espionaje. Si esta relación surgida entonces fue fundamental para su futura carrera política, para la diplomática lo fueron los conocimientos que adquirió en el viaje que durante un año realizó por diferentes países europeos, antes de regresar a España en mayo de 1834. Desde el primer momento su protagonismo político fue muy destacado, comenzó siendo procurador por la provincia de Badajoz en las primeras Cortes regidas por el Estatuto Real.

 

Bajo la regencia de María Cristina, se acababa de abrir tímidamente el camino a la Monarquía constitucional en torno al Estatuto Real. Pues bien, en el estamento de procuradores contemplado en este texto se integró Antonio González, al recibir el respaldo para ello de los electores de Badajoz en los comicios celebrados en junio. La regente María Cristina había aprobado el Estatuto Real de 1834, una especie de carta otorgada, que disponía la creación de un Estamento de Procuradores, como órgano para dar salida a las aspiraciones liberales.

Antonio González regresó a España, y fue elegido primer secretario de la Cámara, destacando como uno de los representantes indiscutibles de la oposición del liberalismo avanzado, siendo uno de los procuradores que más peticiones formuló y firmó, destacando entre ellas la de la tabla de derechos presentada en agosto. Figura principal del partido progresista español del siglo xix, colaboró activamente en las políticas llevadas a cabo por Juan Álvarez Mendizábal y Baldomero Espartero, aunque con el paso de los años sus ideas se moderaron.

Ocupó cargos tan importantes como presidente de la Cámara en la Legislatura de las Cortes Constituyentes de 1836-1837, ministro de Gracia y Justicia en 1838 y en 1840, de Estado en 1841 y presidente del Consejo de Ministros en 1840 y 1841. Ocupando este cargo, la Reina propone la disolución de la Cámara, lo que obliga a González y González a presentar su dimisión. Numerosos cargos como Oficial del Regimiento de Caballería de Húsares de Castilla, Fiscal Togado del Tribunal Especial de Guerra y Marina y ministro del Tribunal Supremo de Justicia de España e Indias. La reina Isabel II por Real Decreto dado en San Ildefonso de La Granja (Segovia) el 24 de agosto de 1864 le otorgó el título de marqués de Valdeterrazo.

Así, ya con este título, una vez ostentada la jefatura de la sección de Negocios Extranjeros, a finales de abril de 1866 alcanzó la presidencia de esa institución, cúspide de la administración consultiva.

 

Hasta sus últimos días participó en la vida política nacional, falleciendo con ochenta y cuatro años, Antonio Bonifacio González en Madrid el 30 de noviembre de 1876, ostentando el título nobiliario de Marqués de Valdeterrazo (otorgado por Real Orden de 31 de octubre de 1864 por Isabel II), el ilustre político que honró a Extremadura. Fue Procurador en las legislaturas de 1834 a 1835, y 1835 a 1836; Diputado constituyente en 1836 a 1837, y en las legislaturas de las ordinarias de 1837 a 1838, 1840 a 1841,1841 a 1842, 1842 a 1843, y en las Constituyentes de 1854 a 1856. Senador electivo en 1837 a 1845 y en 1876, y vitalicio desde 1845 a 1868. Fue, asimismo, Presidente del Consejo de Ministros y Ministro de Estado, Presidente del Congreso de Diputados, Presidente del Consejo de Estado y embajador en Londres. En sus últimos años de vida, senador por Almería. Fue enterrado en el panteón familiar del cementerio Sacramental de San Isidro de Madrid.

 



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