jueves, 29 de mayo de 2025

 

LA PLAZA DE TOROS DE TRUJILLO : UNA PLAZA DE CULTO

  La afición a los toros forma parte de la historia de Trujillo. Su Plaza Mayor ha sido testigo de algunos de estos espectáculos, como el celebrado en el año 1648 en la llegada del rey Felipe III la ciudad.  Era el Ayuntamiento el que ateniéndose a un riguroso protocolo, se encargaba de organizar la construcción y subasta de tablados y colocación de alguaciles en lugares estratégicos. Los asientos eran por derecho propio, por cédula real o por haber abonado su localidad –como diríamos ahora- en los cuartos suelos y entresuelos. Pero también había algunos que presenciaban la fiesta desde ventanales y balcones de sus casas y palacios que rodean la Plaza.

Con estos antecedentes es lógico que Trujillo tuviera una Plaza de Toros fija. Existen documentos que acreditan que existió una plaza de toros en la antigüedad, lindera a la ermita de Nuestra Señora de la Piedad. La Cofradía de la Piedad era la propietaria de dicha plaza, estaba en el área que hoy ocupa la actual Plaza de Toros.

 

Una de las procesiones que despertaba mayor interés en la ciudad de Trujillo era la de Nuestra Señora de la Piedad por cualquier necesidad del pueblo.

 

En el Archivo deSimancas se conserva el documento en el que consta la ejecución de obras de la ermita donde se veneraba la imagen de la Virgen de la Piedad, próxima a la actual Plaza de Toros, en el lugar del Campillo. Se trata de la provisión que otorga el rey para que se concedan tres mil maravedíes a la Cofradía de Nuestra Señora de la Piedad para finalizar la construcción de su ermita. Los mayores mecenas que tuvo la ermita fueron los Chaves-Sotomayor, de hecho en la portada campeaban las armas de Juan Antonio de Chaves y Sotomayor y de su esposa Catalina de Mendoza.  Existen referencias a la ermita de La Piedad desde la primera mitad del siglo XVI. “Concejo, Justicia, regidores, cavalleros, escuderos, oficiales e omes buenos de la cibdad de Trugillo. Por la presente el mayordomo, cofrades de la hermita de santa maria de la piedad de la ciudad me ha sido echa, relaçion que la dicha ermita se començo a hazer y edificar con limosnas y que está por acabar e tejar mucha parte della e que por no thener ninguna renta no tienen posibilidad para lo acabar y que para que se pudiese fazer pidieron que de los propios de la cibdad les hiziesedes alguna limosna y les respondieles quedando yo licencia para ellos quedando contentos de ayudarles con tres mil maravedíes, segund paresçio por un testimonio signado de dinero público que ante mi presentaron y me suplicaron e pidieron por demanda se dar como la manera fuese yo acatando losuso dicho e por ser para la obra pia tubelo por bien. Et por la presente vos doy liçencia y facultad para que si quisiere ser podays dar de los propios de la cibdad para la obra de la dicha hermita los dichos tres mil maravedíes los quales dandolos e pagandolos e mostrando recabdo bastante dello mando que sean avidos por bien gastados y que seos reciban e pasen encuenta en las cuentas que pasaren de los dichos propios fecha en Toledo a veinte dias del mes de nobienbre de mil e quinientos veinte e ocho años yo el

rey refrendada de Cobos, señalada de Polanco[1].

 

La Cofradía de Ntra. Sra. de la Piedad fue muy beneficiada con rentas y donativos, tal y como reflejan sus libros capitulares (conservados celosamente en el Archivo parroquial de Santa María de Trujillo).

En 1686 se construye una nueva ermita tras el incendio producido en 1685 en la antigua ermita de la Piedad que sería inaugurada el 18 de agosto del año 1686. Como la imagen de la Virgen del siglo XVI desapareció durante el incendio, doña Cecilia de Chaves y Orellana, viuda de Pedro de Chaves y Mesía, ofreció una imagen de la Virgen de su propiedad que sustituyó a la originaria[2].

Los sínodos diocesanos en varios lugares y fechas desaprobaron estas peregrinaciones por los desatinos que se producían[3]. La diócesis de Plasencia también tuvo el suyo en el año 1687. La constitución VIII prohibía que se realizasen procesiones a iglesias o ermitas que distasen más de media legua, quedaban exentos ciertos santuarios en caso de extrema necesidad para el pueblo. Una vez privada la ermita de la principal práctica religiosa, cayó en el abandono y la efigie fue trasladada a Trujillo después de la Guerra de la Independencia. Actualmente, tras una restauración que se hizo años atrás, se encuentra en una hornacina en la iglesia de San Martín, protegida por un cristal por el valor de la talla.

 

Los cofrades de Nuestra Señora de la Piedad en esa época comenzaron a sacar su imagen en procesión desde la ermita, que se hallaba en extramuros, hasta la iglesia de Santiago. El acto se realizaba durante la Pascua de Resurrección sin tener un día señalado para ello, lo que denota que no estaba plenamente consolidado. El Concilio de Trento imprimió gran auge a las cofradías, y muchas de ellas se crearon por entonces. La costumbre de instituir hermandades es anterior al cristianismo. Los romanos tenían corporaciones de oficio de carácter religioso que denominaban "collegia". El cristianismo aceptó esa tradición desde sus comienzos. El Concilio de Trulano denomina a los cofrades, "hecatoutarcas" y el de Nantes (año 895) a las cofradías, "colectas", pero cuando adquieren un carácter más actual es avanzada la Edad Media. Los gremios se ponían bajo la advocación de un santo patrón dando origen a la hermandad correspondiente. Los fines sociales de las corporaciones gremiales terminaron compartiéndose con los espirituales. El autor del manuscrito nos recuerda la limitaciones que tenían los hermanos para constituirse y realizar sus actos, sometidos a la supervisión del obispo diocesano. La iglesia exigió desde el siglo XIII la aprobación del estatuto de la cofradía por el ordinario[4]. El concilio de Trento sometió las hermandades a la visita del prelado para evitar que tomasen rumbos diferentes a los deseados[5]. El papa Clemente VIII prohibió que hubiese dos de igual advocación en el mismo pueblo. La procesión de Nuestra Señora de la Piedad no aparece en el Procesionario del siglo XVIII, o al menos el cabildo mayor se había desentendido de ella.

Al desaparecer la ermita de la cofradía de la Piedad en 1809 durante la Invasión francesa, la imagen se trasladó a la iglesia de Jesús Nazareno, en el sitio del Mercadillo[6]. En el siglo XX se trasladó a la iglesia de San Francisco junto con otras imágenes de culto y algunas que procesionaban en Semana Santa. Actualmente se encuentra en la iglesia de San Martín, muy restaurada, es obra de bastidor, ya que la Virgen de la Piedad que preside la moderna ermita es obra reciente.

En la actual ermita, construida por los fieles devotos y vecinos del Campillo, preside una imagen moderna que es a la que actualmente rinden culto y veneración los fieles devotos en la última semana del mes de julio y primera de agosto.  En el año 1848, se agrega la Cofradía de la Piedad a la de Jesús, desde entonces, la divisa de la Piedad iniciará el desfile procesional del Miércoles Santo junto con el estandarte de la Cofradía de Jesús. Atendiendo a los beneficios que producían los miembros de la Cofradía de la Piedad a la de Jesús Nazareno, se acordó que en obsequio y culto a la Virgen se haga una fiesta el domingo siguiente al día de la Asunción de Ntra. Sra. el 15 de agosto[7].

 

El día 19 de marzo del año 1809 los franceses entraron en Trujillo y destrozaron la ermita y su plaza de toros. En el año 1819, aún ejercía la Cofradía de la Piedad el derecho dominical sobre la mencionada plaza, porque, como digo de la peste colérica, se intentó poner en ella un Lazareto y a este fin el Ayuntamiento solicitó autorización del Alcalde de la Cofradía de Nuestra Señora de la Piedad para ello.

 

En el año 1846 se formó una sociedad para reedificar la Plaza de Toros de Trujillo, según reza su pequeño libro de acuerdos que se conserva en el Archivo Municipal. Los dos primeros acuerdos del acta primera, fecha 18 agosto, dicen literalmente:

“1º.- Se nombra una Comisión compuesta por el señor Marqués de la Conquista, don Vicente Hernández, don Santiago Martínez, don Hermenegildo Moreno por el carácter doble de depositario de los fondos de esta sociedad.

2º.- El objeto de esta Comisión era averiguar a quién pertenece en propiedad la plaza que se trata de reedificar”.

 

Diez días después, la Comisión se dirigía al Ayuntamiento en solicitud de compraventa de esta ruinosa fábrica. El Concejo comisionó al regidor don Pedro Pedraza y al síndico don Guillermo Martínez para averiguar la propiedad de aquellas ruinas y si se podían vender sin perjuicio de tercero. Éstos señores informaban, el 3 octubre del mismo año 1846, que no había perjuicio de tercero en la venta con tal de que se ponga la condición de que los compradores no sean dueños de la cosa vendida en el ínterin que la plaza de toros no se haga. Conforme a este acuerdo, se formalizó el expediente de venta. La Sociedad de Vecinos abrió una suscripción de acciones, valorando la unidad en mil reales, que sumase el capital necesario para su proyecto. Se conservan las listas nominales de vecinos con expresión de calles en que habitaban y acciones suscritas. El mayor accionista fue don Jacinto Orellana, Marqués de la Conquista, que suscribió cincuenta acciones. Los suscriptores gozaban de ciertos privilegios.

 

El 14 de septiembre del año 1847, el Ayuntamiento vendía el terreno y materiales aprovechables de las ruinas mencionadas a la sociedad de vecinos en precio de quinientos reales. De la construcción de la nueva Plaza de Toros se hizo cargo el arquitecto don Calixto de la Muela, siendo el valor de las obras 236000 reales. Este precio fue la inicial, pues su totalidad ascendió al millón de reales.El diámetro del anillo mide 35 m, siendo por consiguiente su superficie de 962 m². La extensión de los corrales 362 m²; ocupan palcos, gradas y demás, 3338 m², que en total forman 4660 m²; tiene esta plaza transporta centrada, dos toriles divididos en tres compartimentos, que comunican con los corrales. Por el Poniente linda con casa de corral que fue de don Miguel Luengo y que hoy posee doña Petra Delgado Álvarez.

 

Andando el tiempo, el dueño absoluto en forma legal de esta Plaza de Toros fue el mayor accionista, el Marqués de la Conquista. Según deducimos de los documentos consultados no se cubrió el número de acciones suficientes para la obra, haciéndose cargo de ella don Jacinto Orellana, quien al morir el día 27 de julio del año 1899, la lega en herencia a quienes la vendieron el 14 septiembre de 1902, al Ayuntamiento de la Ciudad, por escritura pública otorgada ante don Manuel Eladio Ferrer y Pérez, en precio de 22.500 pesetas pagaderas en tres plazos de 7500 pesetas cada uno. Los vendedores de la plaza fueron don Antonio Orellana Pérez-Aloe, por su propio derecho; doña María Pérez-Aloe, representada por don José Gil calzaba. Y, don Jacinto Orellana Avecia, don Carlos, don Jacinto, don Diego y doña Jacinta Cabrera Orellana, representados por don Agustín Solís Fernández, John Agustín y doña Lucía Orellana Pérez-Aloe, por don Vicente Álvarez Mateos.

 

A partir de esa fecha hay constancia de diversos espectáculos celebrados como digo de las ferias y fiestas del mes de junio. En el año 1909, a partir del 8 mayo comienzan apareciendo noticias en la prensa sobre las corridas de toros que se celebrarán unto ese día el Noticiero Extremeño dice: “Ha sido cedida la plaza de toros a don Miguel Vázquez, quien se propone dar en la feria de junio dos corridas con toros de Olea y y del señor Conde de Trespalacios, y en la que actuarán de matadores Vicente Pastor y Gaona. El Ayuntamiento las subvenciona con 6000 pesetas”.

 

Al día siguiente aparecen estas noticias que por su relación con la Plaza de Toros se transcriben: “El resultado de la tienta de reses bravas de la ganadería del señor Conde de Trespalacios no pudo ser más satisfactorio, pues algunos de los becerros recibieron 17 puyazos, quedando el ejido para simiente el que atiende por el nombre de “Calvito” y que es un precioso ejemplar de la raza astada. Acudió numeroso público de Trujillo y arrabales. Efecto del largo camino hubo tres automóviles, ocho coches, cuatro carros y veinticinco caballos, pues el tentadero dista tres leguas”.

 

El Noticiero Extremeño del día 20 mayo 1909 publica: “Feria de Trujillo – en los días 3,4 y 5 junio tendrá lugar la feria y fiestas siguientes: Tracas y fuegos artificiales, sesiones cinematográficas al aire libre, teatro, circo de gallos, juegos de agua, conciertos y dianas a cargo de la brillante banda de música del regimiento de infantería de Castilla, de guarnición en Badajoz y otros espectáculos- dos magníficas corridas en los días tres y 4 junio, lidiándose en cada tarde seis escogidos toros de las acreditadas ganaderías de los señores don Eduardo Olea y conde de Trespalacios con las cuadrillas de los afamados matadores de toros Vicente Pastor y Rodolfo Gaona. Una comisión formada por el primer teniente de alcalde don Luis Pérez Aloe, don José Montalvo y don Juan C. de la Peña, dirigirá todo lo relativo a estas fiestas de toros”.

 

 







 

 

 

 

 



[1] Archivo General de Simancas. Folio 248. CC. Libro de Cédulas, 76. Año 1528.

[2] “(….)El señor don Diego de Cárdenas Portocarrero, rexidor de esta çiudad, por los señores don Juan Antonio de Oviedo Monroy y Portocarrero y don Fernando Joseph de Orellana Pizarro, comisarios nombrados por esta çiudad para el reconocimiento de la sancta imagen de Nuestra Señora que dio a esta dicha çiudad doña Çeçilia de Chaves, que están al presente enfermos y no an podido asistir en este ayuntamiento, dixo que en cumplimiento de lo acordado por él el día seis de este presente mes pasaron a esta sala donde se puso la dicha santa imagen, la qualhaviéndola visto y considerado atentamente, les pareçió podía colocarse en la iglesia y templo de Nuestra Señora de la Piedad en lugar de la que consumió el fuego (…).Archivo Municipal de Trujillo. Legajo 85.3. Fols. 70v-71r.

[3] El sínodo de fray Pascual, obispo de Burgos, promulgado a nueve de mayo de 1511 ya prohibió en su diócesis estas procesiones porque "han acontescido muertes e escandalos e ruydos muy trabados e muchas personas heridas; e asimismo, sin oyr missa e los otros oficios divinos, comen e beben por los caminos excesivamente, e hacen bayles e danças e otros actos profanos e deshonestos, de que nuestro Señor es muy deservido e no consiguen aquel effecto a que los antepasados ordenaron las dichas devociones, mas antes le buelven en pecado e offensa de nuestro Señor” (García y García, A. (coord.) (1997): Synodicon hispanum VII. Burgos y Palencia, BAC, Madrid. Págs. 294 y ss.). Asimismo, aparece recogido en las Sinodales de Osma-Soria rubricadas por el obispo Antonio Valdés, celebrado los días 12-14 de mayo de 1647, en el artículo 12, Edición de Bartolomé de Portoles, Valladolid 1647.

[4] Ordinario: Obispo diocesano con jurisdicción propia.

[5] C. T., ses. XXI, Cap.8.

[6] (Libro de Acuerdos y Concordias de la Cofradía de Ntro. Padre Jesús, 7 de enero de 1848, fol. 20 vº. Archivo Parroquial de Santa María de Trujillo.

[7] Libro de Acuerdos y Concordias de la Cofradía de Ntro. Padre Jesús, 14 de febrero de 1876, fol. 99.

martes, 27 de mayo de 2025

 Aportaciones artísticas de la obra del arquitecto trujillano Sancho de Cabrera

 

El arquitecto trujillano Sancho de Cabrera, nació en Trujillo en 1513, desempeñó un papel destacado en el desarrollo arquitectónico de la ciudad de Trujillo durante el siglo XVI. En el año 1538, ejecuta la capilla mayor de la iglesia de San Martín, uno de los principales templos de la localidad. Esta intervención constituye una muestra representativa de la arquitectura religiosa del periodo, enmarcada dentro del proceso de consolidación urbana y eclesiástica posterior a la conquista de América.

Sancho de Cabrera contrajo matrimonio con María González, con quien estableció su residencia en la calle Afuera de Trujillo, dentro de la jurisdicción parroquial de la iglesia de San Martín. De esta unión nacieron varios hijos: Elena, Teresa, Hernando, Juan, Lorenza y María. Su vida familiar y profesional se desarrolló en un contexto de creciente dinamismo urbano y cultural, en el que figuras como Cabrera contribuyeron activamente al trazado y consolidación de la identidad arquitectónica de Trujillo en el Renacimiento.

En el transcurso de la década de 1540, Sancho de Cabrera continuó desempeñando un papel central en las obras públicas y religiosas de Trujillo, consolidando su prestigio como maestro arquitecto. En 1543, el Ayuntamiento le encomendó la tasación de la mansión del escribano Luis de Góngora, ubicada en las proximidades de las casas consistoriales. Este inmueble, adquirido por el Concejo, estaba destinado a albergar las nuevas cárceles del partido, lo que pone de manifiesto la confianza de las autoridades municipales en el criterio técnico y profesional de Cabrera.

En el año 1545, Sancho de Cabrera fue contratado para dirigir las obras de construcción de la iglesia de Jaraicejo, encargo que le fue conferido por el obispo de Plasencia, Gutierre de Vargas y Carvajal. Este nombramiento responde al creciente prestigio que Cabrera había adquirido como arquitecto en la región, convirtiéndose en un hombre de plena confianza del prelado. La relación profesional entre ambos se consolidó a través de sucesivos encargos eclesiásticos de gran relevancia.

Entre las obras más destacadas que le fueron encomendadas por el obispo, figura la continuación y culminación de los trabajos en la iglesia de San Martín de Trujillo, donde Sancho de Cabrera se encargó del remate de la torre y del coro, dos elementos fundamentales en la configuración arquitectónica y simbólica del templo. Al mismo tiempo, logró simultanear su participación en otras iniciativas de envergadura, como la fábrica de la parroquia de Santa María, en la cual colaboró con reconocidos maestros del momento, entre ellos Becerra, Bote y Vizcaíno. En esta obra, Cabrera intervino específicamente en la realización del coro y del cuerpo de la torre de campanas, elementos clave en la verticalidad y resonancia litúrgica del edificio.

Su reconocida competencia técnica y artística motivó al propio obispo Vargas y Carvajal a encomendarle también la edificación de la iglesia de Garciaz, confirmando así la posición de Sancho de Cabrera como una de las figuras arquitectónicas más influyentes del entorno extremeño en la segunda mitad del siglo XVI. Su labor, caracterizada por la combinación de funcionalidad estructural y expresividad formal, dejó una huella duradera en el paisaje monumental de la región.

En 1547, se había cargo de la construcción del Arco y del Altar de Nuestra Señora de la Victoria, situados en el interior de la fortaleza trujillana, espacio de gran simbolismo militar y religioso para la ciudad. Dos años más tarde, en 1549, asumió formalmente la ejecución de la obra de la cárcel, lo que reafirma su continuidad en los proyectos promovidos por el Concejo. Ese mismo año, proporcionó las trazas arquitectónicas para la torre del reloj de la iglesia de San Martín, contribuyendo así a uno de los elementos más emblemáticos del perfil urbano de Trujillo.

Estas intervenciones reflejan la versatilidad y el compromiso de Sancho de Cabrera con el desarrollo arquitectónico y urbano de su ciudad natal, participando activamente en obras de carácter tanto civil como religioso que marcaron el paisaje y la vida institucional de Trujillo en el siglo XVI.

Antes del fallecimiento del obispo Gutierre de Vargas y Carvajal en 1559, Sancho de Cabrera continuó vinculado a importantes proyectos eclesiásticos promovidos bajo el patrocinio episcopal. Entre ellos destaca su intervención en la construcción de la sacristía de la iglesia de Santiago de Don Benito, así como su participación en las obras de la iglesia de Guareña, donde desempeñó un papel relevante junto al afamado maestro Gil de Hontañón, una de las figuras más influyentes de la arquitectura renacentista española.

La muerte del obispo en 1559 supuso un golpe significativo para Cabrera, no solo en lo personal, dado el estrecho vínculo de confianza que los unía, sino también en el ámbito profesional, ya que marcó el final de una etapa de grandes encargos eclesiásticos. A partir de entonces, su actividad se vio considerablemente reducida, centrada principalmente en obras civiles menores promovidas por el Ayuntamiento de Trujillo, aunque continuó colaborando con otros artistas locales como Francisco Sánchez, Jerónimo Martín y Juan Vizcaíno.

Entre estos trabajos destacan las trazas y ejecución de varias infraestructuras hidráulicas y de comunicación, reflejo de la evolución de su práctica hacia la ingeniería civil. En mayo de 1564 proyectó el puente sobre el río Tozo, seguido del puente del río Ruecas en julio del mismo año y del puente de Gargáligas en mayo de 1569. Más adelante, en enero de 1572, contrató la construcción del puente del paso de Ramacastañas, y ese mismo año participó en el diseño y ejecución del embalse de La Albuhera en Trujillo, en colaboración con Juan Hernández Tripa, Francisco Becerra y Francisco Sánchez.

Estos últimos proyectos muestran la vigencia del conocimiento técnico de Cabrera en el ámbito de la obra pública y su capacidad para adaptarse a las nuevas demandas urbanas y territoriales del siglo XVI, a pesar del declive en los encargos religiosos tras la pérdida de su principal mecenas.

Sancho de Cabrera otorgó testamento el 31 de mayo de 1574, falleciendo pocos días después, cerrando así una vida dedicada con plenitud al arte de la construcción y al servicio de su ciudad y de la Iglesia. Su trayectoria como arquitecto lo consolidó como una figura clave en el desarrollo del patrimonio monumental de Trujillo y de otras localidades extremeñas durante el Renacimiento.

A lo largo de su carrera, Cabrera demostró una notable versatilidad profesional, abarcando desde grandes obras religiosas —como las iglesias de Jaraicejo, Garciaz, San Martín y Santa María de Trujillo— hasta proyectos de infraestructura civil de vital importancia, como puentes y embalses. Su colaboración con destacados maestros del momento, así como su estrecha relación con el obispo Gutierre de Vargas y Carvajal, avalan su competencia técnica y su prestigio dentro del panorama arquitectónico del siglo XVI.

Sancho de Cabrera fue, sin duda, un gran arquitecto, cuya obra trascendió su tiempo y dejó una huella perdurable en la configuración urbana, religiosa y civil del territorio. Su legado forma parte del valioso conjunto histórico-artístico de Extremadura y lo sitúa como uno de los maestros constructores más relevantes de su época.

 






















 

martes, 13 de mayo de 2025

 

OBRAS DE REHABILITACIÓN Y RESTAURACIÓN EN EL PALACIO DE LA ISLA DE CÁCERES

 

I.- DATOS HISTÓRICO-ARTÍSTICOS

 

En la plaza de la Concepción, se encuentra el palacio de los marqueses de la Isla. Es un importante edificio cuya fachada trasera da a la calle de la Cruz. Construido en el siglo XVI por la familia Blázquez (Marqueses de la Isla desde el siglo XVIII)[1]. El edificio principal palaciego ostenta en la fachada una hermosa portada renacentista que sigue las pautas arquitectónicas  clasicistas desarrolladas por el italiano Serlio, caracterizadas por el uso de grandes sillares almohadillados. Hemos de destacar el alfiz que adopta una disposición original, para proteger con él un friso con la siguiente leyenda: “MODERATA DURANS, NOBILITAS ANIMUS NON ACTA PARENTUM” (Las cosas moderadas duran. Ennoblece el ánimo, no los hechos de los parientes). Sus dueños fueron los Blázquez-Mogollón, Marqueses de la Isla, cuyo escudo campea en la fachada, mediante dos blasones de Mogollón, partidos de Blázquez. Por encima de la portada hay un balcón con arco bilobulado, disposición que también tiene una ventana a la izquierda, correspondiendo al segundo de los tres pisos que tiene la mansión palaciega.

En el interior, el palacio tiene un patio porticado de sólo tres arcos escarzanos y dos columnas sobre basadas góticas. Igual traza tienen las galerías de los dos pisos superiores. Destaca un gran escudo en esgrafiado sobre una en que las paredes con cuarteles de Mogollón, Aldana, Blázquez y Tapia (con seis cabezas de cuervo), sobre montado de yelmos y lambrequines; y la frase bíblica “VANITAS VANITATUM ET OMNIA VANITAS” (Vanidad de vanidades y todo es vanidad), que resulta irónica, al igual que la existente la fachada, y responde al deseo por parte de los fundadores, de satirizar el orgullo de algunas familias nobles de su época, que les discutían sus títulos de nobleza. Se construyó en el XVI a expensas de una rama de la familia Blázquez que se había instalado por aquellos tiempos en Cáceres y que no era reconocida por la rama de la familia que llevaba en la ciudad desde tiempos de la reconquista. Esta disputa familiar explica las dos inscripciones en latín que hemos citado. No obstante, podemos afirmar que el palacio tiene un estilo renacentista mezclado con diferentes estilos anteriores como una combinación medieval del espacio, junto con elementos del arte gótico, destacan en este palacio un importante número de elementos medievales como las ventanas que se abren en la fachada con molduras góticas o el patio, de aspecto pesado y algo tosco en columnas y arcos en sus tres pisos, que contrastan con elementos avanzados para su tiempo como la portada de estilo manierista, a base de voluminosos y rústicos sillares almohadillados.

Pasando el patio, mediante soportales con arcos de medio punto cubiertos con bóvedas de aristas encaladas, llegamos a la pequeña capilla de la Cruz construida en el siglo XV, sobre los restos de la que había sido sinagoga judía. Capilla de una nave con cabecera rectangular, un gran arco triunfal de sillería permite la separación entre la nave y el presbiterio. Altar mayor en arco de medio punto con dovelas, sobre el cual destaca el escudo de Blázquez y de Mogollón al igual que en la clave de las bóvedas de la nave y del presbiterio; aún se conserva el pedestal del altar de yesería teniendo en su frontal una gran cruz.

Según la profesora Lozano Bartolozzi, la judería nueva, extramuros, donde fueron ubicados los judíos por la Corona en 1478, en la zona Río Verde/colación de San Juan, es decir, calle de la Cruz y calle Panera, existía, según la tradición una sinagoga, luego ermita de la Cruz, donde el actual Palacio de la Isla. Por tanto, en el siglo XV (1478) cuando se ordena de reagrupamiento de los judíos en un solo entorno urbano fuera de las murallas, los judíos abandonaron su barrio intramuros, la judería vieja, para instalarse en la nueva zona de expansión y comercio, la judería nueva. Allí levantaron su lugar de culto que los nobles cristianos convertirían después en la ermita de la Cruz y palacio.

Se conserva en su interior  la capilla de la Cruz, cuya entrada principal está en la calle de su mismo nombre, poseía como símbolo más destacado una cruz de madera. Un escudo mantelado, de Blázquez y de Mogollón; en el mantel, de Figueroa.

 

II.- OBRAS DE REHABILITACIÓN Y RESTAURACIÓN

 

Este palacio pasó a ser propiedad del Ayuntamiento de Cáceres en 1948, quien lo cedió para albergar el Archivo Histórico Provincial y la Biblioteca Pública de Cáceres. En 1950, el Ayuntamiento autoriza las obras y cita que «si en algún momento y por cualquier circunstancia dejase de funcionar el Archivo y Biblioteca el edificio volvería al Ayuntamiento para el libre ejercicio de sus derechos de propiedad», como así ha ocurrido (hoy es sede del Archivo Histórico Municipal). En el año 1954 se llevaron a cabo importantes reformas en su interior para albergar la Biblioteca Provincial y la Casa de la Cultura.

En el año 1980, Dª Mª Isabel Simó debido al constante incremento de los fondos

documentales, y al pésimo estado en que se encontraba el Palacio de la Isla inicia las

gestiones para el traslado de los fondos a un nuevo edificio[2]. En el Plan de Inversiones de la Subdirección General de Archivos se programa la construcción o adaptación de algún edificio para Archivo Histórico Provincial de Cáceres. El Delegado de Cultura en Cáceres informa que la solución podría estar en la cesión por parte de la Caja de Ahorros de Cáceres del llamado Palacio Toledo Moctezuma[3], ya cedido al Ministerio de Información y Turismo para la construcción de un Parador Nacional que renunció posteriormente al proyecto, con la consiguiente desafectación del inmueble[4].

Así en 1987, se firma el acta de afectación al Ministerio de Cultura con destino a Archivo Histórico Provincial[5]. Como quiera que este edificio seguía siendo aún pequeño para poder albergar todos los fondos, que presumiblemente ingresarían, se solicita información urbanística al Ayuntamiento para un solar anexo sito en las calles del Obispo Álvarez de Castro, Adarve del Cristo y Calle Tiendas, con vistas a su edificación y construcción posteriormente de un paso elevado que comunicase el Palacio de Moctezuma con el nuevo edificio.

En 1986, se inicia la incoación del expediente de cesión gratuita de dichos solares

municipales al Estado para ampliación del Archivo Histórico Provincial[6]. El 17 de octubre de 1989 el Excmo. Ayuntamiento de Cáceres hace donación de dicho solar y se

produce el acta de afectación del inmueble que se hace efectiva el mismo día[7].

Mientras se construye el nuevo edificio y se acondiciona el Palacio Toledo Moctezuma,

los fondos permanecen en el Palacio de la Isla que, hasta 1983, había ocupado sólo

dos plantas del edificio. El hecho de iniciarse en este año el traslado de la Biblioteca

Pública a otro local hace que la directora comience los trámites para que el Archivo

pueda contar con la ocupación del edificio en su totalidad y no se ceda esa parte del

edificio a la Universidad de Extremadura que pensaba ubicar en ella la Escuela Politécnica.

En 1988 se acondiciona la antigua capilla del Palacio de la Isla para depósito de la

documentación de Gobierno Civil. El Archivo inicia el cambio de sede en 1992. Será

entonces cuando se proceda al traslado de fondos desde los antiguos depósitos del Palacio de la Isla a las instalaciones del restaurado palacio Toledo-Moctezuma.

 

Por tanto, el edificio, que fue hasta 1983 sede de la Biblioteca del Estado y del Archivo Provincial, en la actualidad está bajo la tutela del Ayuntamiento y en él se encuentran, entre otras dependencias, el Archivo Municipal. Recibió en los años 80 del siglo XX una importante restauración realizada por Construcciones Abreu y bajo la dirección del arquitecto don José Luis Hernández y Álvarez,  con un presupuesto de 1.052.265, 30  euros, destinada a ubicar los archivos municipales y otros usos culturales respetando sus plantas, volúmenes, fachada a la calle y a patios con sus huecos. Se llevó a cabo la  edificación de cuatro plantas, una entreplanta y torreta sobre rasante a nivel de calle con el siguiente programa: Planta semisótano destinada a acceso general, salón de actos, despachos, aseos y espacios libres. Las tres plantas restantes destinadas para exposiciones, oficinas, aseos y fundamentalmente el Archivo Municipal. El proyecto de rehabilitación respetó la estructura existente de muros que existían en el edificio, jácena de acero y viguetas, así como las fachadas, apropiadas al lugar de ubicación del Palacio. Un total de 529, 96 m2 ocupa la plana semisótano, sobre la que se elevan las otras tres plantas con un total de 1.443, 53 m2.

 



[1] Recibe su nombre actual debido a que durante el siglo XVIII sus propietarios ostentaron el título nobiliario de Marqueses de la Isla. BUENO FLORES, A: Cáceres, historia escrita en piedra. Badajoz, 2006, p. 170.

[2] PAREDES PÉREZ, M. M, y GONZÁLEZ SUÁREZ, T:  Guardianes de la memoria “ De la Isla a Moctezuma”. 60 años del Archivo Histórico de Cáceres. Catálogo de la Exposición.  Cáceres, 2010, p. 22.

[3] Escritura de donación otorgada por la Caja de ahorros de Cáceres ante el Notario de Cáceres D. Cipriano Remedios Íñigo el 7 de febrero de 1973.

[4] Decreto 2732/1972, de 15 de septiembre por el que se acepta la donación al Estado por la Caja de Ahorros de Cáceres del Palacio de Moctezuma con destino a Parador Nacional de Turismo. Real Decreto 1923/1982, de 9 de julio, por el que se autoriza la transacción entre el Estado y la Caja de Ahorros de Cáceres en relación con el derecho de reversión de esta última sobre el inmueble Palacio de  Moctezuma.

[5] Acta de afectación de 17 de febrero de 1987 firmada por el Delegado Provincial del Ministerio de Economía y Hacienda, D. Pedro Rico de la Calle y Dª Isabel Simó Rodríguez, Directora del Archivo Histórico Provincial.

[6] Sesión del pleno del Ayuntamiento de Cáceres de 11 de julio de 1986.

[7] Acta de afectación de 17 de octubre de 1989 firmada por el Delegado Provincial del Ministerio de Economía y Hacienda, D. Manuel Díaz Montero y D. Marcelo Pablo García Arnelas, Jefe de los Servicio Periféricos del Ministerio de Cultura en Cáceres.