martes, 27 de mayo de 2025

 Aportaciones artísticas de la obra del arquitecto trujillano Sancho de Cabrera

 

El arquitecto trujillano Sancho de Cabrera, nació en Trujillo en 1513, desempeñó un papel destacado en el desarrollo arquitectónico de la ciudad de Trujillo durante el siglo XVI. En el año 1538, ejecuta la capilla mayor de la iglesia de San Martín, uno de los principales templos de la localidad. Esta intervención constituye una muestra representativa de la arquitectura religiosa del periodo, enmarcada dentro del proceso de consolidación urbana y eclesiástica posterior a la conquista de América.

Sancho de Cabrera contrajo matrimonio con María González, con quien estableció su residencia en la calle Afuera de Trujillo, dentro de la jurisdicción parroquial de la iglesia de San Martín. De esta unión nacieron varios hijos: Elena, Teresa, Hernando, Juan, Lorenza y María. Su vida familiar y profesional se desarrolló en un contexto de creciente dinamismo urbano y cultural, en el que figuras como Cabrera contribuyeron activamente al trazado y consolidación de la identidad arquitectónica de Trujillo en el Renacimiento.

En el transcurso de la década de 1540, Sancho de Cabrera continuó desempeñando un papel central en las obras públicas y religiosas de Trujillo, consolidando su prestigio como maestro arquitecto. En 1543, el Ayuntamiento le encomendó la tasación de la mansión del escribano Luis de Góngora, ubicada en las proximidades de las casas consistoriales. Este inmueble, adquirido por el Concejo, estaba destinado a albergar las nuevas cárceles del partido, lo que pone de manifiesto la confianza de las autoridades municipales en el criterio técnico y profesional de Cabrera.

En el año 1545, Sancho de Cabrera fue contratado para dirigir las obras de construcción de la iglesia de Jaraicejo, encargo que le fue conferido por el obispo de Plasencia, Gutierre de Vargas y Carvajal. Este nombramiento responde al creciente prestigio que Cabrera había adquirido como arquitecto en la región, convirtiéndose en un hombre de plena confianza del prelado. La relación profesional entre ambos se consolidó a través de sucesivos encargos eclesiásticos de gran relevancia.

Entre las obras más destacadas que le fueron encomendadas por el obispo, figura la continuación y culminación de los trabajos en la iglesia de San Martín de Trujillo, donde Sancho de Cabrera se encargó del remate de la torre y del coro, dos elementos fundamentales en la configuración arquitectónica y simbólica del templo. Al mismo tiempo, logró simultanear su participación en otras iniciativas de envergadura, como la fábrica de la parroquia de Santa María, en la cual colaboró con reconocidos maestros del momento, entre ellos Becerra, Bote y Vizcaíno. En esta obra, Cabrera intervino específicamente en la realización del coro y del cuerpo de la torre de campanas, elementos clave en la verticalidad y resonancia litúrgica del edificio.

Su reconocida competencia técnica y artística motivó al propio obispo Vargas y Carvajal a encomendarle también la edificación de la iglesia de Garciaz, confirmando así la posición de Sancho de Cabrera como una de las figuras arquitectónicas más influyentes del entorno extremeño en la segunda mitad del siglo XVI. Su labor, caracterizada por la combinación de funcionalidad estructural y expresividad formal, dejó una huella duradera en el paisaje monumental de la región.

En 1547, se había cargo de la construcción del Arco y del Altar de Nuestra Señora de la Victoria, situados en el interior de la fortaleza trujillana, espacio de gran simbolismo militar y religioso para la ciudad. Dos años más tarde, en 1549, asumió formalmente la ejecución de la obra de la cárcel, lo que reafirma su continuidad en los proyectos promovidos por el Concejo. Ese mismo año, proporcionó las trazas arquitectónicas para la torre del reloj de la iglesia de San Martín, contribuyendo así a uno de los elementos más emblemáticos del perfil urbano de Trujillo.

Estas intervenciones reflejan la versatilidad y el compromiso de Sancho de Cabrera con el desarrollo arquitectónico y urbano de su ciudad natal, participando activamente en obras de carácter tanto civil como religioso que marcaron el paisaje y la vida institucional de Trujillo en el siglo XVI.

Antes del fallecimiento del obispo Gutierre de Vargas y Carvajal en 1559, Sancho de Cabrera continuó vinculado a importantes proyectos eclesiásticos promovidos bajo el patrocinio episcopal. Entre ellos destaca su intervención en la construcción de la sacristía de la iglesia de Santiago de Don Benito, así como su participación en las obras de la iglesia de Guareña, donde desempeñó un papel relevante junto al afamado maestro Gil de Hontañón, una de las figuras más influyentes de la arquitectura renacentista española.

La muerte del obispo en 1559 supuso un golpe significativo para Cabrera, no solo en lo personal, dado el estrecho vínculo de confianza que los unía, sino también en el ámbito profesional, ya que marcó el final de una etapa de grandes encargos eclesiásticos. A partir de entonces, su actividad se vio considerablemente reducida, centrada principalmente en obras civiles menores promovidas por el Ayuntamiento de Trujillo, aunque continuó colaborando con otros artistas locales como Francisco Sánchez, Jerónimo Martín y Juan Vizcaíno.

Entre estos trabajos destacan las trazas y ejecución de varias infraestructuras hidráulicas y de comunicación, reflejo de la evolución de su práctica hacia la ingeniería civil. En mayo de 1564 proyectó el puente sobre el río Tozo, seguido del puente del río Ruecas en julio del mismo año y del puente de Gargáligas en mayo de 1569. Más adelante, en enero de 1572, contrató la construcción del puente del paso de Ramacastañas, y ese mismo año participó en el diseño y ejecución del embalse de La Albuhera en Trujillo, en colaboración con Juan Hernández Tripa, Francisco Becerra y Francisco Sánchez.

Estos últimos proyectos muestran la vigencia del conocimiento técnico de Cabrera en el ámbito de la obra pública y su capacidad para adaptarse a las nuevas demandas urbanas y territoriales del siglo XVI, a pesar del declive en los encargos religiosos tras la pérdida de su principal mecenas.

Sancho de Cabrera otorgó testamento el 31 de mayo de 1574, falleciendo pocos días después, cerrando así una vida dedicada con plenitud al arte de la construcción y al servicio de su ciudad y de la Iglesia. Su trayectoria como arquitecto lo consolidó como una figura clave en el desarrollo del patrimonio monumental de Trujillo y de otras localidades extremeñas durante el Renacimiento.

A lo largo de su carrera, Cabrera demostró una notable versatilidad profesional, abarcando desde grandes obras religiosas —como las iglesias de Jaraicejo, Garciaz, San Martín y Santa María de Trujillo— hasta proyectos de infraestructura civil de vital importancia, como puentes y embalses. Su colaboración con destacados maestros del momento, así como su estrecha relación con el obispo Gutierre de Vargas y Carvajal, avalan su competencia técnica y su prestigio dentro del panorama arquitectónico del siglo XVI.

Sancho de Cabrera fue, sin duda, un gran arquitecto, cuya obra trascendió su tiempo y dejó una huella perdurable en la configuración urbana, religiosa y civil del territorio. Su legado forma parte del valioso conjunto histórico-artístico de Extremadura y lo sitúa como uno de los maestros constructores más relevantes de su época.

 






















 

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