Aportaciones artísticas de la obra del arquitecto trujillano Sancho de Cabrera
El arquitecto trujillano Sancho
de Cabrera, nació en Trujillo en 1513, desempeñó un papel destacado en el
desarrollo arquitectónico de la ciudad de Trujillo durante el siglo XVI. En el
año 1538, ejecuta la capilla mayor de la iglesia de San Martín, uno de los
principales templos de la localidad. Esta intervención constituye una muestra
representativa de la arquitectura religiosa del periodo, enmarcada dentro del
proceso de consolidación urbana y eclesiástica posterior a la conquista de
América.
Sancho de Cabrera contrajo
matrimonio con María González, con quien estableció su residencia en la calle
Afuera de Trujillo, dentro de la jurisdicción parroquial de la iglesia de San
Martín. De esta unión nacieron varios hijos: Elena, Teresa, Hernando, Juan,
Lorenza y María. Su vida familiar y profesional se desarrolló en un contexto de
creciente dinamismo urbano y cultural, en el que figuras como Cabrera
contribuyeron activamente al trazado y consolidación de la identidad
arquitectónica de Trujillo en el Renacimiento.
En el transcurso de la década de
1540, Sancho de Cabrera continuó desempeñando un papel central en las obras
públicas y religiosas de Trujillo, consolidando su prestigio como maestro
arquitecto. En 1543, el Ayuntamiento le encomendó la tasación de la mansión del
escribano Luis de Góngora, ubicada en las proximidades de las casas
consistoriales. Este inmueble, adquirido por el Concejo, estaba destinado a
albergar las nuevas cárceles del partido, lo que pone de manifiesto la
confianza de las autoridades municipales en el criterio técnico y profesional
de Cabrera.
En el año 1545, Sancho de
Cabrera fue contratado para dirigir las obras de construcción de la iglesia de
Jaraicejo, encargo que le fue conferido por el obispo de Plasencia, Gutierre de
Vargas y Carvajal. Este nombramiento responde al creciente prestigio que
Cabrera había adquirido como arquitecto en la región, convirtiéndose en un
hombre de plena confianza del prelado. La relación profesional entre ambos se
consolidó a través de sucesivos encargos eclesiásticos de gran relevancia.
Entre las obras más destacadas
que le fueron encomendadas por el obispo, figura la continuación y culminación
de los trabajos en la iglesia de San Martín de Trujillo, donde Sancho de
Cabrera se encargó del remate de la torre y del coro, dos elementos
fundamentales en la configuración arquitectónica y simbólica del templo. Al
mismo tiempo, logró simultanear su participación en otras iniciativas de
envergadura, como la fábrica de la parroquia de Santa María, en la cual
colaboró con reconocidos maestros del momento, entre ellos Becerra, Bote y Vizcaíno.
En esta obra, Cabrera intervino específicamente en la realización del coro y
del cuerpo de la torre de campanas, elementos clave en la verticalidad y
resonancia litúrgica del edificio.
Su reconocida competencia
técnica y artística motivó al propio obispo Vargas y Carvajal a encomendarle
también la edificación de la iglesia de Garciaz, confirmando así la posición de
Sancho de Cabrera como una de las figuras arquitectónicas más influyentes del
entorno extremeño en la segunda mitad del siglo XVI. Su labor, caracterizada
por la combinación de funcionalidad estructural y expresividad formal, dejó una
huella duradera en el paisaje monumental de la región.
En 1547, se había cargo de la
construcción del Arco y del Altar de Nuestra Señora de la Victoria, situados en
el interior de la fortaleza trujillana, espacio de gran simbolismo militar y
religioso para la ciudad. Dos años más tarde, en 1549, asumió formalmente la
ejecución de la obra de la cárcel, lo que reafirma su continuidad en los
proyectos promovidos por el Concejo. Ese mismo año, proporcionó las trazas
arquitectónicas para la torre del reloj de la iglesia de San Martín,
contribuyendo así a uno de los elementos más emblemáticos del perfil urbano de
Trujillo.
Estas intervenciones reflejan la
versatilidad y el compromiso de Sancho de Cabrera con el desarrollo
arquitectónico y urbano de su ciudad natal, participando activamente en obras
de carácter tanto civil como religioso que marcaron el paisaje y la vida
institucional de Trujillo en el siglo XVI.
Antes del fallecimiento del
obispo Gutierre de Vargas y Carvajal en 1559, Sancho de Cabrera continuó
vinculado a importantes proyectos eclesiásticos promovidos bajo el patrocinio
episcopal. Entre ellos destaca su intervención en la construcción de la
sacristía de la iglesia de Santiago de Don Benito, así como su participación en
las obras de la iglesia de Guareña, donde desempeñó un papel relevante junto al
afamado maestro Gil de Hontañón, una de las figuras más influyentes de la
arquitectura renacentista española.
La muerte del obispo en 1559
supuso un golpe significativo para Cabrera, no solo en lo personal, dado el
estrecho vínculo de confianza que los unía, sino también en el ámbito
profesional, ya que marcó el final de una etapa de grandes encargos eclesiásticos.
A partir de entonces, su actividad se vio considerablemente reducida, centrada
principalmente en obras civiles menores promovidas por el Ayuntamiento de
Trujillo, aunque continuó colaborando con otros artistas locales como Francisco
Sánchez, Jerónimo Martín y Juan Vizcaíno.
Entre estos trabajos destacan
las trazas y ejecución de varias infraestructuras hidráulicas y de
comunicación, reflejo de la evolución de su práctica hacia la ingeniería civil.
En mayo de 1564 proyectó el puente sobre el río Tozo, seguido del puente del
río Ruecas en julio del mismo año y del puente de Gargáligas en mayo de 1569.
Más adelante, en enero de 1572, contrató la construcción del puente del paso de
Ramacastañas, y ese mismo año participó en el diseño y ejecución del embalse de
La Albuhera en Trujillo, en colaboración con Juan Hernández Tripa, Francisco
Becerra y Francisco Sánchez.
Estos últimos proyectos muestran
la vigencia del conocimiento técnico de Cabrera en el ámbito de la obra pública
y su capacidad para adaptarse a las nuevas demandas urbanas y territoriales del
siglo XVI, a pesar del declive en los encargos religiosos tras la pérdida de su
principal mecenas.
Sancho de Cabrera otorgó
testamento el 31 de mayo de 1574, falleciendo pocos días después, cerrando así
una vida dedicada con plenitud al arte de la construcción y al servicio de su
ciudad y de la Iglesia. Su trayectoria como arquitecto lo consolidó como una
figura clave en el desarrollo del patrimonio monumental de Trujillo y de otras
localidades extremeñas durante el Renacimiento.
A lo largo de su carrera,
Cabrera demostró una notable versatilidad profesional, abarcando desde grandes
obras religiosas —como las iglesias de Jaraicejo, Garciaz, San Martín y Santa
María de Trujillo— hasta proyectos de infraestructura civil de vital
importancia, como puentes y embalses. Su colaboración con destacados maestros
del momento, así como su estrecha relación con el obispo Gutierre de Vargas y
Carvajal, avalan su competencia técnica y su prestigio dentro del panorama
arquitectónico del siglo XVI.
Sancho de Cabrera fue, sin duda,
un gran arquitecto, cuya obra trascendió su tiempo y dejó una huella perdurable
en la configuración urbana, religiosa y civil del territorio. Su legado forma
parte del valioso conjunto histórico-artístico de Extremadura y lo sitúa como
uno de los maestros constructores más relevantes de su época.
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