jueves, 29 de mayo de 2025

 

LA PLAZA DE TOROS DE TRUJILLO : UNA PLAZA DE CULTO

  La afición a los toros forma parte de la historia de Trujillo. Su Plaza Mayor ha sido testigo de algunos de estos espectáculos, como el celebrado en el año 1648 en la llegada del rey Felipe III la ciudad.  Era el Ayuntamiento el que ateniéndose a un riguroso protocolo, se encargaba de organizar la construcción y subasta de tablados y colocación de alguaciles en lugares estratégicos. Los asientos eran por derecho propio, por cédula real o por haber abonado su localidad –como diríamos ahora- en los cuartos suelos y entresuelos. Pero también había algunos que presenciaban la fiesta desde ventanales y balcones de sus casas y palacios que rodean la Plaza.

Con estos antecedentes es lógico que Trujillo tuviera una Plaza de Toros fija. Existen documentos que acreditan que existió una plaza de toros en la antigüedad, lindera a la ermita de Nuestra Señora de la Piedad. La Cofradía de la Piedad era la propietaria de dicha plaza, estaba en el área que hoy ocupa la actual Plaza de Toros.

 

Una de las procesiones que despertaba mayor interés en la ciudad de Trujillo era la de Nuestra Señora de la Piedad por cualquier necesidad del pueblo.

 

En el Archivo deSimancas se conserva el documento en el que consta la ejecución de obras de la ermita donde se veneraba la imagen de la Virgen de la Piedad, próxima a la actual Plaza de Toros, en el lugar del Campillo. Se trata de la provisión que otorga el rey para que se concedan tres mil maravedíes a la Cofradía de Nuestra Señora de la Piedad para finalizar la construcción de su ermita. Los mayores mecenas que tuvo la ermita fueron los Chaves-Sotomayor, de hecho en la portada campeaban las armas de Juan Antonio de Chaves y Sotomayor y de su esposa Catalina de Mendoza.  Existen referencias a la ermita de La Piedad desde la primera mitad del siglo XVI. “Concejo, Justicia, regidores, cavalleros, escuderos, oficiales e omes buenos de la cibdad de Trugillo. Por la presente el mayordomo, cofrades de la hermita de santa maria de la piedad de la ciudad me ha sido echa, relaçion que la dicha ermita se començo a hazer y edificar con limosnas y que está por acabar e tejar mucha parte della e que por no thener ninguna renta no tienen posibilidad para lo acabar y que para que se pudiese fazer pidieron que de los propios de la cibdad les hiziesedes alguna limosna y les respondieles quedando yo licencia para ellos quedando contentos de ayudarles con tres mil maravedíes, segund paresçio por un testimonio signado de dinero público que ante mi presentaron y me suplicaron e pidieron por demanda se dar como la manera fuese yo acatando losuso dicho e por ser para la obra pia tubelo por bien. Et por la presente vos doy liçencia y facultad para que si quisiere ser podays dar de los propios de la cibdad para la obra de la dicha hermita los dichos tres mil maravedíes los quales dandolos e pagandolos e mostrando recabdo bastante dello mando que sean avidos por bien gastados y que seos reciban e pasen encuenta en las cuentas que pasaren de los dichos propios fecha en Toledo a veinte dias del mes de nobienbre de mil e quinientos veinte e ocho años yo el

rey refrendada de Cobos, señalada de Polanco[1].

 

La Cofradía de Ntra. Sra. de la Piedad fue muy beneficiada con rentas y donativos, tal y como reflejan sus libros capitulares (conservados celosamente en el Archivo parroquial de Santa María de Trujillo).

En 1686 se construye una nueva ermita tras el incendio producido en 1685 en la antigua ermita de la Piedad que sería inaugurada el 18 de agosto del año 1686. Como la imagen de la Virgen del siglo XVI desapareció durante el incendio, doña Cecilia de Chaves y Orellana, viuda de Pedro de Chaves y Mesía, ofreció una imagen de la Virgen de su propiedad que sustituyó a la originaria[2].

Los sínodos diocesanos en varios lugares y fechas desaprobaron estas peregrinaciones por los desatinos que se producían[3]. La diócesis de Plasencia también tuvo el suyo en el año 1687. La constitución VIII prohibía que se realizasen procesiones a iglesias o ermitas que distasen más de media legua, quedaban exentos ciertos santuarios en caso de extrema necesidad para el pueblo. Una vez privada la ermita de la principal práctica religiosa, cayó en el abandono y la efigie fue trasladada a Trujillo después de la Guerra de la Independencia. Actualmente, tras una restauración que se hizo años atrás, se encuentra en una hornacina en la iglesia de San Martín, protegida por un cristal por el valor de la talla.

 

Los cofrades de Nuestra Señora de la Piedad en esa época comenzaron a sacar su imagen en procesión desde la ermita, que se hallaba en extramuros, hasta la iglesia de Santiago. El acto se realizaba durante la Pascua de Resurrección sin tener un día señalado para ello, lo que denota que no estaba plenamente consolidado. El Concilio de Trento imprimió gran auge a las cofradías, y muchas de ellas se crearon por entonces. La costumbre de instituir hermandades es anterior al cristianismo. Los romanos tenían corporaciones de oficio de carácter religioso que denominaban "collegia". El cristianismo aceptó esa tradición desde sus comienzos. El Concilio de Trulano denomina a los cofrades, "hecatoutarcas" y el de Nantes (año 895) a las cofradías, "colectas", pero cuando adquieren un carácter más actual es avanzada la Edad Media. Los gremios se ponían bajo la advocación de un santo patrón dando origen a la hermandad correspondiente. Los fines sociales de las corporaciones gremiales terminaron compartiéndose con los espirituales. El autor del manuscrito nos recuerda la limitaciones que tenían los hermanos para constituirse y realizar sus actos, sometidos a la supervisión del obispo diocesano. La iglesia exigió desde el siglo XIII la aprobación del estatuto de la cofradía por el ordinario[4]. El concilio de Trento sometió las hermandades a la visita del prelado para evitar que tomasen rumbos diferentes a los deseados[5]. El papa Clemente VIII prohibió que hubiese dos de igual advocación en el mismo pueblo. La procesión de Nuestra Señora de la Piedad no aparece en el Procesionario del siglo XVIII, o al menos el cabildo mayor se había desentendido de ella.

Al desaparecer la ermita de la cofradía de la Piedad en 1809 durante la Invasión francesa, la imagen se trasladó a la iglesia de Jesús Nazareno, en el sitio del Mercadillo[6]. En el siglo XX se trasladó a la iglesia de San Francisco junto con otras imágenes de culto y algunas que procesionaban en Semana Santa. Actualmente se encuentra en la iglesia de San Martín, muy restaurada, es obra de bastidor, ya que la Virgen de la Piedad que preside la moderna ermita es obra reciente.

En la actual ermita, construida por los fieles devotos y vecinos del Campillo, preside una imagen moderna que es a la que actualmente rinden culto y veneración los fieles devotos en la última semana del mes de julio y primera de agosto.  En el año 1848, se agrega la Cofradía de la Piedad a la de Jesús, desde entonces, la divisa de la Piedad iniciará el desfile procesional del Miércoles Santo junto con el estandarte de la Cofradía de Jesús. Atendiendo a los beneficios que producían los miembros de la Cofradía de la Piedad a la de Jesús Nazareno, se acordó que en obsequio y culto a la Virgen se haga una fiesta el domingo siguiente al día de la Asunción de Ntra. Sra. el 15 de agosto[7].

 

El día 19 de marzo del año 1809 los franceses entraron en Trujillo y destrozaron la ermita y su plaza de toros. En el año 1819, aún ejercía la Cofradía de la Piedad el derecho dominical sobre la mencionada plaza, porque, como digo de la peste colérica, se intentó poner en ella un Lazareto y a este fin el Ayuntamiento solicitó autorización del Alcalde de la Cofradía de Nuestra Señora de la Piedad para ello.

 

En el año 1846 se formó una sociedad para reedificar la Plaza de Toros de Trujillo, según reza su pequeño libro de acuerdos que se conserva en el Archivo Municipal. Los dos primeros acuerdos del acta primera, fecha 18 agosto, dicen literalmente:

“1º.- Se nombra una Comisión compuesta por el señor Marqués de la Conquista, don Vicente Hernández, don Santiago Martínez, don Hermenegildo Moreno por el carácter doble de depositario de los fondos de esta sociedad.

2º.- El objeto de esta Comisión era averiguar a quién pertenece en propiedad la plaza que se trata de reedificar”.

 

Diez días después, la Comisión se dirigía al Ayuntamiento en solicitud de compraventa de esta ruinosa fábrica. El Concejo comisionó al regidor don Pedro Pedraza y al síndico don Guillermo Martínez para averiguar la propiedad de aquellas ruinas y si se podían vender sin perjuicio de tercero. Éstos señores informaban, el 3 octubre del mismo año 1846, que no había perjuicio de tercero en la venta con tal de que se ponga la condición de que los compradores no sean dueños de la cosa vendida en el ínterin que la plaza de toros no se haga. Conforme a este acuerdo, se formalizó el expediente de venta. La Sociedad de Vecinos abrió una suscripción de acciones, valorando la unidad en mil reales, que sumase el capital necesario para su proyecto. Se conservan las listas nominales de vecinos con expresión de calles en que habitaban y acciones suscritas. El mayor accionista fue don Jacinto Orellana, Marqués de la Conquista, que suscribió cincuenta acciones. Los suscriptores gozaban de ciertos privilegios.

 

El 14 de septiembre del año 1847, el Ayuntamiento vendía el terreno y materiales aprovechables de las ruinas mencionadas a la sociedad de vecinos en precio de quinientos reales. De la construcción de la nueva Plaza de Toros se hizo cargo el arquitecto don Calixto de la Muela, siendo el valor de las obras 236000 reales. Este precio fue la inicial, pues su totalidad ascendió al millón de reales.El diámetro del anillo mide 35 m, siendo por consiguiente su superficie de 962 m². La extensión de los corrales 362 m²; ocupan palcos, gradas y demás, 3338 m², que en total forman 4660 m²; tiene esta plaza transporta centrada, dos toriles divididos en tres compartimentos, que comunican con los corrales. Por el Poniente linda con casa de corral que fue de don Miguel Luengo y que hoy posee doña Petra Delgado Álvarez.

 

Andando el tiempo, el dueño absoluto en forma legal de esta Plaza de Toros fue el mayor accionista, el Marqués de la Conquista. Según deducimos de los documentos consultados no se cubrió el número de acciones suficientes para la obra, haciéndose cargo de ella don Jacinto Orellana, quien al morir el día 27 de julio del año 1899, la lega en herencia a quienes la vendieron el 14 septiembre de 1902, al Ayuntamiento de la Ciudad, por escritura pública otorgada ante don Manuel Eladio Ferrer y Pérez, en precio de 22.500 pesetas pagaderas en tres plazos de 7500 pesetas cada uno. Los vendedores de la plaza fueron don Antonio Orellana Pérez-Aloe, por su propio derecho; doña María Pérez-Aloe, representada por don José Gil calzaba. Y, don Jacinto Orellana Avecia, don Carlos, don Jacinto, don Diego y doña Jacinta Cabrera Orellana, representados por don Agustín Solís Fernández, John Agustín y doña Lucía Orellana Pérez-Aloe, por don Vicente Álvarez Mateos.

 

A partir de esa fecha hay constancia de diversos espectáculos celebrados como digo de las ferias y fiestas del mes de junio. En el año 1909, a partir del 8 mayo comienzan apareciendo noticias en la prensa sobre las corridas de toros que se celebrarán unto ese día el Noticiero Extremeño dice: “Ha sido cedida la plaza de toros a don Miguel Vázquez, quien se propone dar en la feria de junio dos corridas con toros de Olea y y del señor Conde de Trespalacios, y en la que actuarán de matadores Vicente Pastor y Gaona. El Ayuntamiento las subvenciona con 6000 pesetas”.

 

Al día siguiente aparecen estas noticias que por su relación con la Plaza de Toros se transcriben: “El resultado de la tienta de reses bravas de la ganadería del señor Conde de Trespalacios no pudo ser más satisfactorio, pues algunos de los becerros recibieron 17 puyazos, quedando el ejido para simiente el que atiende por el nombre de “Calvito” y que es un precioso ejemplar de la raza astada. Acudió numeroso público de Trujillo y arrabales. Efecto del largo camino hubo tres automóviles, ocho coches, cuatro carros y veinticinco caballos, pues el tentadero dista tres leguas”.

 

El Noticiero Extremeño del día 20 mayo 1909 publica: “Feria de Trujillo – en los días 3,4 y 5 junio tendrá lugar la feria y fiestas siguientes: Tracas y fuegos artificiales, sesiones cinematográficas al aire libre, teatro, circo de gallos, juegos de agua, conciertos y dianas a cargo de la brillante banda de música del regimiento de infantería de Castilla, de guarnición en Badajoz y otros espectáculos- dos magníficas corridas en los días tres y 4 junio, lidiándose en cada tarde seis escogidos toros de las acreditadas ganaderías de los señores don Eduardo Olea y conde de Trespalacios con las cuadrillas de los afamados matadores de toros Vicente Pastor y Rodolfo Gaona. Una comisión formada por el primer teniente de alcalde don Luis Pérez Aloe, don José Montalvo y don Juan C. de la Peña, dirigirá todo lo relativo a estas fiestas de toros”.

 

 







 

 

 

 

 



[1] Archivo General de Simancas. Folio 248. CC. Libro de Cédulas, 76. Año 1528.

[2] “(….)El señor don Diego de Cárdenas Portocarrero, rexidor de esta çiudad, por los señores don Juan Antonio de Oviedo Monroy y Portocarrero y don Fernando Joseph de Orellana Pizarro, comisarios nombrados por esta çiudad para el reconocimiento de la sancta imagen de Nuestra Señora que dio a esta dicha çiudad doña Çeçilia de Chaves, que están al presente enfermos y no an podido asistir en este ayuntamiento, dixo que en cumplimiento de lo acordado por él el día seis de este presente mes pasaron a esta sala donde se puso la dicha santa imagen, la qualhaviéndola visto y considerado atentamente, les pareçió podía colocarse en la iglesia y templo de Nuestra Señora de la Piedad en lugar de la que consumió el fuego (…).Archivo Municipal de Trujillo. Legajo 85.3. Fols. 70v-71r.

[3] El sínodo de fray Pascual, obispo de Burgos, promulgado a nueve de mayo de 1511 ya prohibió en su diócesis estas procesiones porque "han acontescido muertes e escandalos e ruydos muy trabados e muchas personas heridas; e asimismo, sin oyr missa e los otros oficios divinos, comen e beben por los caminos excesivamente, e hacen bayles e danças e otros actos profanos e deshonestos, de que nuestro Señor es muy deservido e no consiguen aquel effecto a que los antepasados ordenaron las dichas devociones, mas antes le buelven en pecado e offensa de nuestro Señor” (García y García, A. (coord.) (1997): Synodicon hispanum VII. Burgos y Palencia, BAC, Madrid. Págs. 294 y ss.). Asimismo, aparece recogido en las Sinodales de Osma-Soria rubricadas por el obispo Antonio Valdés, celebrado los días 12-14 de mayo de 1647, en el artículo 12, Edición de Bartolomé de Portoles, Valladolid 1647.

[4] Ordinario: Obispo diocesano con jurisdicción propia.

[5] C. T., ses. XXI, Cap.8.

[6] (Libro de Acuerdos y Concordias de la Cofradía de Ntro. Padre Jesús, 7 de enero de 1848, fol. 20 vº. Archivo Parroquial de Santa María de Trujillo.

[7] Libro de Acuerdos y Concordias de la Cofradía de Ntro. Padre Jesús, 14 de febrero de 1876, fol. 99.

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