viernes, 5 de octubre de 2018


VERSIONES SOBRE TRUJILLO EN LA ANTIGUEDAD EN LOS TRATADOS DE DIVERSOS AUTORES




     Trujillo es el antiguo Turgalium romano, nombre de raíz celta. Es la denominación latina del topónimo correspondiente al primitivo castro indígena.
Los diferentes testimonios epigráficos y funerarios nos hacen pensar que la Turgalium prerromana se convirtió, durante la ocupación romana, en una población de suma importancia, muestra de ello son el elevado número de estelas funerarias romanas encontradas, algunas reaprovechadas por los musulmanes al construir el castillo  y la cerca de murallas.
      El núcleo urbano romano se erige como lugar central respecto a su territorio y ubicado dentro de la penillanura dominada por los terrenos pizarrosos sobre un batolito granítico, lo que le confiere una posicion preeminente y estratégica con respecto al resto de su territorio. El dominio de éste corresponde casi en absoluto a las tierras pardas meridionales sobre pizarra fundamentalmente y en menor grado sobre granitos, encontrándose manchas residuales de suelos pardos en el noroeste de su ámbito.
      Trujillo fue una prefectura dependiente de Augusta Emérita, para el control de unos territorios que se escapaban al gobierno directo de la metrópolis. Pero, fue ya un núcleo muy importante, con una rica historia antes de que fuese praefectura, evolucionando hasta alcanzar la ciudadanía de pleno derecho. Turgalium constituyó uno de los puntos intermedios en el Alio Itinere ab Emeritam
Caesaraugustam. La explotación del plomo y la plata fue importante en el territorio trujillano. Son dos metales que se encuentran combinados junto al azufre formando galenas argentíferas que son sulfuros de plomo y plata. En Trujillo los filones de este mineral se encuentran emplazados en las pizarras precámbricas del complejo esquisto‑grauwaquico, localizadas en las fincas "Alberguerías" y "Serafina", en algunos casos estos metales se encuentran dentro de las pizarras precámbricas en las proximidades de los batolitos graníticos, en la llamada "aureola de metamorfismo de contacto".  Esta zona extremeña había mostrado en la Antigüedad un buen número de peculiaridades subculturales cuyo progreso nos es casi desconocido por mediar una intrusión que trata de unificar y uniformar esa variedad cultural existente hasta ese momento en cierto modo abortiva mediante una auténtica colonización, al tratar de imponer por la fuerza pautas de comportamiento a los anteriores pobladores con repartos del suelo entre los recién llegados y la masiva explotación de sus recursos naturales, sobre todo los mineros, de tal manera que la siguiente cita del Libro de Macabeos es una auténtica realidad cuyo mejor paralelo está en posterior la acción colonizadora en América, ya en el siglo XVI: "Judas Macabeo oyó hablar de las grandes guerras que los romanos hicieron en España, de las minas que conquistaron donde se ocultaba el oro y la plata"[1].
     Gran parte de la información suministrada por las fuentes antiguas, con que contamos para llevar a cabo el análisis de los acontecimientos, proviene de grupos ideológicos afines y, como tales, subjetivas. Para que nos hablen con un mayor grado de sinceridad es preciso tamizarlas. A partir del siglo V a.C. podemos hablar de cultura vettona en Trujillo[2].
      La propia estructura defensiva de los castros o campos de piedras hincadas en los lugares más accesibles para la caballería confirma la importancia que pudo tener el caballo en la vida vettona, sobre todo en su vertiente militar, tal y como podemos apreciar en los castros trujillanos de la "Cerca de la Encina" y en las "Calderonas".
Las importantes actividades ganaderas se verían complementadas con las agrícolas que en la zona que nos ocupa jugaron un papel muy importante, principalmente en la recolección de las bellotas[3]. Entre las actividades artesanales, aparte del hilado y tejido, hay que destacar la metalurgia como lo muestran no solo la cantidad y calidad de sus armas sino también las abundantes escorias de fragua en los castros.  Dicha actividad no debe pasar de ser realizada en pequeños talleres, incluso en manos de artesanos itinerantes aunque no por ello hay que descartar la existencia de talleres establecidos o castros especializados como parece deducirse de la inmensa cantidad de escorias que se localizan en algunos de estos castros como El Pardal situado en el río Almonte (Trujillo).
      Los vettones, formaban unidades de caballería, debido a la enorme importancia que el caballo adquirió y que no solo lo utilizaron en sus ceremonias sacrificales[4], sino que lo incorporaron en su mitología, pues albergaban la creencia de que la rapidez que poseían, y que era motivo de admiración, se debía a que era el viento quien los fecundaba[5]. Trujillo es el lugar de mayor aglomeración de cultos y antropónimos grecorromanos y presenta dos de los pocos epígrafes en territorio vettón consagrados al culto imperial, uno al Caesar Philippos en Trujillo y otra a L. Septimio Severo en Conquista de la Sierra[6].
      Gracias al testimonio de ESTRABON, conocemos el armamento que utilizaron, se protegían los cuerpos con corazas de lino[7], material que abundaba en estas tierras[8], las cabezas con cascos y las piernas, con perneras. Un escudo pequeño en una mano, y con la otra empuñaban una lanza.
      Tras las revueltas del año 194  a. C. Roma llegó a la conclusión de que para salvaguardar las zonas conquistadas en la Península Ibérica necesitaba ampliar su dominio hacia la Meseta y así crear una zona freática que protegiera los territorios en explotación. La presencia romana puede dividirse en tres fases y hasta que no está avanzada la tercera no se puede hablar de asimilación de los modos y formas de vida romanos. La primera fase de instrucción militar, la segunda de auténtica colonización sobre todo a partir de la paz augustea con la fundación de ciudades y municipios, y la tercera, cuando ya la población indígena ha perdido el recelo inicial y se asimila tras un largo camino de más de 500 años.
      En año 27 a. C. Augusto procedió a dividir los territorios del Imperio en provincias senatoriales e imperiales quedando la Lusitania entre las segundas que a partir de ahora será gobernada por un delegado del emperador con el rango de propretor, "legatus Augusti pro preatore", residente en Emerita Augusta. En un momento posterior hubo una nueva división en dos circunscripciones administrativas: Lusitania y Vettonia de ahí que hallemos en la epigrafía algunos "procuratores provinciae Lusitaniae et Vettoniae".          Esta división administrativa parece clara al igual que la organización conventual, por el contrario la municipal presenta varios problemas debidos por una parte a la falsedad de algunos testimonios y por otra a la dificultad que entraña algunas localizaciones geográficas. Turgalium (Trujillo), aparece como importante foco romanizador como parece desprenderse del estudio de su epigrafía.
     A diferencia de lo que ocurre con los castros celtibéricos, los poblados vettones no presentan huella de destrucción violenta, incluso algunos como puede ser el caso de Turgalium es probable que se hubiera  ido paulatinamente transformando bajo los nuevos modos. Esto unido a la ausencia de enfrentamientos entre vettones y romanos en las fuentes ponen en duda la fuerte resistencia vettona al dominio romano.
      En época de los julio‑claudios entraron los vettones a formar parte del ejército romano para promocionarles socialmente y convertirlos en ciudadanos romanos, aunque siguieron manteniendo unas señas de identidad propias. Por César sabemos que en las guerras que sustuvo con Pompeyo, los vetones y lusitanos persistían en sus modos de lucha que durante años les había caracterizado, esto es, lanzándose contra el enemigo sin táctica preconcebida, con lo que sembraban el desconcierto en el propio ejército romano al que debían dar cobertura[9].
    
      Se ha querido ver en Trujillo a la "Castra Julia" que cita CAYO PLINIO SECUNDO, llamado "el Viejo" por su semejanza con la denominada "Turris Julia" de la iglesia de Santa María la Mayor, cuando en realidad se trata de una torre tardorrománica.  Plinio nació en Verona en el año 23 d. C. y murió en el 79 d. C., al producirse la erupción del Vesubio, se trasladó a Estabias para observar el fenómeno más cerca, pero pereció víctima de su curiosidad científica, dejándonos su obra magistral: Naturae historiarum Libri XXXVII, que es una auténtica enciclopedia que recoge 20000 datos importantes de más de 2000 libros.
      El testimonio de Plinio fue copiado por numerosos autores que le siguieron y realizaron sus comentarios sobre Trujillo, refiriéndose todos ellos a "Turris Julia" o a "Castra Julia", tal es el caso de JULIANO y de JUAN de  MARIANA que en su obra Historia general de España nos refiere : "Cuando vino la segunda vez a España, estableció su campamento en Trujillo Julio César y le dió el nombre de Castra Julia y el título de Colonia romana"[10]. También para PONZ, Trujillo fue la Torre Julia que mandó hacer César: "Casi en lo mas alto de la villa está la parroquia de Santa María, cuya antigua torre no tiene ninguna apariencia  de que la  mandase hacer Julio Cesar, ni de que sea la Turris Julia, que dió nombre á Truxillo. Quieren los naturales instruidos, que esta ciudad en la antigüedad mas remota se llamase Scalabis, y que despues por una torre, que Julio Cesar mandó hacer, tomó nombre de Truxillo; pero se cree ser la Castra Julia, que nombra Plinio. El arzobispo D. Rodrigo la llama Turgellum. El bulgo Truxillano tiene por indubitable que no ha muchos años se leía en cierta piedra de la fortaleza:
                     "Hércules me edificó,
                       Julio Cesar me rehizo
                       Sobre cabeza de zorro
                       En este cerro Virgillo".
Aunque existiese esta copla, nada probaria para el nombre de Truxillo, pues se conoce lo moderna que es"[11].
      VIU en sus Antigüedades de Extremadura opina que "Trujillo fue la Castra Julia de los romanos, pueblo contribuyente pero no municipio ni menos Colonia"[12]. MOYA  en su obra Armas y blasones de España nos refiere que "...de su blasón se deduce el nombre de Turris Julia por su fundador Julio César, derivándose el de Tru‑xillo del antiguo Torres de Julio"[13].
     Por tanto, durante un período largo de tiempo ha perdurado la polémica sobre el nombre de la población romana que se alzaba donde hoy se encuentra la actual población trujillana, llegando a la conclusión de que etimológicamente Trujillo significa "hinchazón", como se deduce del significado de la raíz del término indoeuropeo que es originario de Turaca. El significado se corresponde con la geografía del lugar, pues el solar trujillano es un batolito granítico intrusivo, cuya superficie es redondeada (monte‑isla), siendo un abultamiento o "hinchazón" de la penillanura trujillano‑cacereña. La evolución fonética completa del topónimo "Trujillo" es la siguente en época romana: "Turaca"  "Turaga" (tras la latinización) ‑  "Turagalium" y "Turgalium"[14].
      Las primeras impresiones sobre Trujillo provienen de los escritores romanos, que empezaron a adquirir ciertos conocimientos sobre la población a partir de los contactos comerciales y el establecimiento de la prefectura. Dentro de las fuentes clásicas hemos de considerar los textos literarios y, dentro de los mismos, las obras geográficas, que poseen un contenido muy desigüal y con puntos de vista diversos. Pero en las que el interés por la descripción hace de ellas una fuente primordial para completar la información específica sobre los lugares, paisajes e información específica sobre los itinerarios. Quienes escribieron acerca de Trujillo, salvo aquellos que nos visitaron, el resto lo hicieron desde las ciudades costeras más civilizadas como Ampurias o Sagunto. Su perspectiva y sus puntos de vista fueron parciales, pues no intentaron describir una realidad diferente de la que conocían y a la que estaban ya habituados como una forma de ampliar el conocimiento de las experiencias humanas, dentro de su gran variedad. Por el contrario, presentaron un relato repleto de curiosidades para sus lectores, despreocupándose muchas veces de su veracidad efectiva, y una especie de guía práctica para los futuros políticos y administradores de estos territorios.
      Los primeros testimonios literarios que hablan de Trujillo los encontramos en HIGINIO, agrimensor de tiempos de Trajano, que habla de dos prefecturas dependientes de la colonia de Augusta Emérita[15]: "In Emeritensium finibus aliquae sunt praefecturae, quarum decimant seque in orientem diriguntur, Kardines in meridianum: sed in praefecturis Mullicensis et Turgaliensis regionis decimani habent actus XX, Kardines actus XL"[16].          Datos del mayor interés para comprender la gran extensión del territorio de la colonia. Estas grandes superficies de 400 iugera (100 hectáreas) se asignarían a las familias para que fueran divididas proporcionalmente entre sus miembros. El territorio emeritense se podía haber extendido por el norte hasta el campo norbense, como demuestra la ausencia de epígrafes de la tribu Papiria en estos lugares, que fueron rabasados tanto a la izquierda como a derecha por la zona de Ammaia (Alburquerque) por un lado y por la de Turgalium (Trujillo) por otro. Por el este, consideramos la zona de Valdecaballeros como límite entre las tres provincias y, del territorio emeritense. En el límite sur consideramos a Montemolín como enclave emeritense en tierra bética, pues el lugar está rodeado de municipios que pertenecieron a conventus de esta provincia.

      Por otro lado, en el siglo VI el Ravennatis Anonymi Cosmographia, más conocido por el Anónimo de Rávena[17] compuesto por cinco libros, nos facilita el conocimiento de ciudades y núcleos de población de esa época, cita a Turcalion (Trujillo) como una mansio, situada a la vía romana a la que en el siglo III el Itinerario de Antonino denomina ab Emerita Caesaraugustam, como vía desde Mérida hacia Zaragoza, a través de Toledo, como punto anterior a Augustóbriga[18]. Dato interesante porque denota la continuidad  funcional más o menos urbana de Trujillo o como cabecera de comarca.  Los códices que nos han llegado hasta nosotros son de los siglos VII y XII, variando frecuentemente entre sí. Cambios que se deben a que los copistas transcribieron y multiplicaron los errores anteriores.   Otro de los documentos importantes que nos ha legado la antigüedad clásica sobre la red viaria como es la llamada Tabula Peutingeriana o mapa mundi de CASTURIUS, ya que constituye el mapa antiguo más preciso sobre comunicaciones y es la única copia que queda del documento original del siglo III, que puede fecharse en el siglo XII[19].
      Los datos sobre los caminos españoles del Itinerario de Antonino, auxiliados y completados por la información que pueda recogerse de CAYO PLINIO y de CLAUDIO PTOLOMEO, forman una de las fuentes mejores para obtener el conocimiento geográfico de los antiguos pueblos españoles. Como ya hemos referido, Plinio quiso escribir la Historia Natural de todo el orbe, compuesta por 37 libros[20], leyendo previamente todo cuanto se había escrito sobre el tema. Muy famosa ha sido también la Geographike Uphegenesis del astrónomo y geógrafo griego Ptolomeo (100‑170 d. C.) en la que describe en ocho tomos las tierras conocidas hasta entonces en el mundo occidental[21]. No obstante, hemos de advertir que contenía la latitud razonablemente exacta de unos cinco mil lugares, mientras que las longitudes era considerablemente erróneas debido a que Ptolomeo suponía que la longitud de un grado en el Ecuador era de 500 estadios en vez de los 604 que le corresponden. Con el descubrimiento de América quedó patente el error.
         En los últimos años de nuestro siglo F. COELLO y A. BLAZQUEZ  han vuelto a incidir en sus escritos acerca del trazado de la vía numero XXV del Itinerario de Antonino que enlazaba Mérida con Zaragoza, considerando que no pasaba por Trujillo[22].  Aquellas discrepancias que tenían sus raíces en lagunas y omisiones del propio itinerario propiciaron que la investigación sobre el trazado se abordara bajo una óptica especulativa en la que obstinadamente se insistía en buscar un camino que completaba las millas que faltaban en algunos tramos entre las mansiones que se intercalaban entre Mérida y Toledo donde las 121 millas quedaban bastante cortas en la realidad.
      Guiados con esa determinación sacrificaron el discurrir lógico de los caminos a costa de cubrir una distancia que se hacía imposible. Así aquellas hipótesis que no encontraron respuesta hoy se asumen como válidas siendo posible encontrar ya esas rutas. La vía parte de Mérida en dirección a Santa Amalia poco después se adentra en tierras cacereñas por Miajadas hacia el puerto de Santa Cruz[23]. A partir de aquí es cuando se plantea el dilema y surgen las discrepancias. Por ejemplo, Blázquez y Coello prefieren ignorar el Ravenate y  acortan el camino que les conduzca a Augustóbriga para ello enfilan en dirección a Herguijuela con el pretexto de que este pueblo recibía en la antigüedad el sobrenombre de "La Calzada" sin reparar en que la misma hace referencia a un camino NW‑SE atestiguado en numerosas crónicas entre ellas el Libro de la Montería de ALFONSO XI que no es precisamente la dirección que ellos llevan de SW‑NE. Buscan más adelante un puente construido en el s. XVI en Aldeacentenera, llamado del Conde, por el que cruzan el Almonte, para intentar penetrar por los desfiladeros de Cabañas un lugar tan fragoso y angosto que ni los Reyes Católicos ya en época moderna pudieron controlar debiendo pagar prebendas mobiliarias a los bandidos Golfines para que desarrraigaran aquellas montañas y se establecieran lejos de ellas. Es evidente por tanto que ninguno de los dos geógrafos visitaron este tramo que hasta hace algunos años era intransitable, como lo prueban relatos de viajeros españoles e ingleses como el Viaje por Extremadura del geólogo y capitán de navío de la marina inglesa S. E. COOK WIDDRINGTON que ya en la primera mitad del siglo XIX, viniendo de Logrosán se ve obligado a tomar el camino real hacia Trujillo porque en las Villuercas no existen caminos de rueda[24].  Este autor inglés conoce muy bien las obras más importantes de la historiografía académica española, particularmente a CEAN BERMUDEZ  y LLAGUNO[25]. Basándonos, además, en los Interrogatorios de la Real Audiencia de Extremadura,  ese camino quedó expedito para la circulación de hombres y ganados en el siglo XVIII. Samuel Widdrington y el Dr. Daubeny, en 1843 visitaron Trujillo y les pareció "a pesar de su ruinoso estado, una vieja ciudad de gran belleza"[26].
      Concluyendo, esta calzada Emerita a Cesaraugusta constituye el lazo de unión entre Emerita y Caesaraugusta con un centro de comunicaciones en Titulcia. Su trazado está integrado por dos tramos, el primero de los cuales iba desde la capital de Lusitania a Titulcia y del mismo, por la importancia estratégica  de Trujillo, sólo analizaré su recorrido por Extremadura. La calzada constituía la prolongación del decumanus maximus y desde Augusta Emérita  tenía salida y trazado común hasta San Pedro de Merida. Desde este punto la calzada continúa durante unos kilometros paralela a la carretera vieja, hasta llegar al río Búrdalo, en cuyo  puente conecta y se confunde con la carretera Nacional Madrid‑Lisboa[27].
      Continúa por las fincas La Asperilla y La Conquista y por la dehesa Cuadradillo, y sirve de límite de término entre Santa Amalia y el pueblo anterior para alcanzar la Venta de la Guía en cuyo espacio se ubica la mansio Lacipea, para pasar inmediatamente al espacio de Miajadas en donde la calzada se confunde con la carretera y se pierde su rastro en la finca Los Canchales. El recorrido por el término municipal de Miajadas se continua por las dehesas Alcantarilla, Dehesilla y Fuente de la Zarza, penetrando en Escurial por la finca Cancho y durante su trayecto por este término municipal continúa confundida con la N‑V.
      Después de Escurial cotinua por Villamesías, entre las dehesas de Egido Matorral, Pedro Gómez, Salmoral, Rodriga, Osarios, Lagunilla, Zorro y El Santo para pasar el espacio del Puerto de Santa Cruz en donde se ubica la mansio Leuciana, que identificamos con el importante yacimiento arqueológico de los Villarejos[28].
      Después del Puerto de Santa Cruz continuaría por Santa Cruz de la Sierra a través de las fincas La Magasquilla y Los Labrabos, entrando en el término municipal de Trujillo por Los Quintos de San Pedro y Aguas Viejas hasta el casco urbano de Trujillo donde se ubicaba Turcalion[29].
      Desde Trujillo, la antigua calzada atravesaría el término municipal de Trujillo, las localidades de Torrecillas de la Tiesa y Jaraicejo, después de salvar el Almonte y en cuyo espacio podría ubicarse Lomundo[30]. Desde Jaraicejo iría hacia Casas de Miravete hasta Almaraz. Salvando el obstáculo del Tajo por el puente de Almaraz, en otro tienpo denominado Albalat, dirigiéndose finalmente por Navalmoral de la Mata a la Calzada de Oropesa y donde el trayecto entre ambos pueblos partiría un ramal que conduciría hasta Augustóbriga, finalizando la vía su recorrido por Extremadura[31].
    Pero, por Trujillo pasaba otra vía que se relacionaba con el Iter ab Metellinum Norba Caesarina[32], y que constituye una de las calzadas romanas más antiguas de Extremadura y aprovecha en parte el trazado de un camino natural. Todos los indicios apuntan a que haría su salida de Metellinum a través de su puente romano sobre el Guadiana. Desde este punto su recorrido con una dirección S‑N se identifica con el Camino de la Plata, que después de atravesar los términos municipales de Medellín y Santa Amalia se dirigen a Miajadas en cuyo espacio atraviesa la dehesa de Los Canchales, en la que se han localizado importantes restos romanos. Desde aquí continúa hasta los términos municipales de Montánchez y Valdemorales, pasando antes por las fincas Las Mezquitas, Corchuelo y Vallehondo, rodeando la ladera Norte de la sierra del Saltillo y continua por las dehesas de La Tocona, Casajato, Los Palos, La Dehesa y Quebrada. Salva la Sierra de Montánchez por el puerto del Jabalí y se dirige hacia el pueblo de Torre de Santa María, Vadefuentes y la finca La Torrecilla, para después salvar el Salor por el denominado "Puente Nuevo" y continuar por el espacio de Torremocha por la finca El Castellar y volver a cruzar el río por las inmediaciones y al sur del casco urbano. Existe una desviación de este camino hacia Trujillo, desde Montánchez, para conectar después con Salvatierra de Santiago. Desde aquí de prolonga, durante otro trayecto, penetrando en Ruanes, cuyo casco urbano atraviesa, dejando constancia de ello en su calle principal que significativamente se denomina "Calle de la Roa" o también coloquialmente "Calle Empedrada".
Después del término municipal de Ruanes, penetra esporádicamente en pertenencias de Trujillo por la dehesa de Piedra Hitilla y se adentra en el espacio de La Cumbre entre las fincas de El Campillejo y Roa, sirve de límite a los pueblos de Santa Ana y La Cumbre, y penetra definitivamente en Trujillo con las dehesas de La Magascona y Solanilla[33].
      Es muy probable que existiera otra vía de comunicación secundaria por la importancia de los puntos a unir entre Norba (Cáceres) y Turgalium (Trujillo). Y como fiel testimonio de la misma es la existencia de dos puentes romanos sobre los ríos Tamuja y Gibranzo.
      La ciudad de Trujillo se constituyó por su posición geográfica en un nudo de comunicaciones de cierta importancia. De esto es testimonio, por una parte, que por ella pasasen el Alio Itinere ab Emerita Caesareaugustam y derivación de la Metellinum‑Norba, por otra, una serie de factores toponímicos y arqueológicos que nos ponen de relieve la entrada o salida de Turgalium de una serie de vías en varias direcciones.
      A este respecto señalar la presencia de un topónimo tan altamente significativo como la "Aldehuela de la Calzada" y la existencia de un miliario anepigráfico a cinco km. al Sur de Trujillo, formando parte de la Cañada Real de Ganados que atraviesa los espacios de Trujillo, Santa Cruz de la Sierra, Abertura, Escurial y El Campo, en cuyos límites, y concretamente en la dehesa de Los Palacios, se produce la unión de varios cordeles con la Cañada Real.   No cabe la menor duda que esta Cañada Real debió ser heredada de una primitiva vía de comunicación entre Medellín y Trujillo y de la que deben ser testimonios válidos la vereda de la Plata y el  miliario anepigráfico en las inmediaciones del puente sobre el Magasca y, finalmente, la "Aldehuela de la Calzada".
          También con arranque o salida en Trujillo debió existir otra vía, que ponemos de manifiesto por la exitencia de un puente romano sobre el Magasca en las inmediaciones de la carretera de Trujillo a Zorita y el hecho de que en tiempos pasados el pueblo de Herguijuela recibiese la denominación de Herguijuela de la Calzada.
      Las distintas cuestiones sobre comunicaciones de época romana han contado siempre con un gran número de investigadores a lo largo de una tradición ya centenaria, éstos han proliferado mucho más desde finales del siglo XIX y a lo largo del XX, como podremos estudiar en los diferentes capítulos de esta obra.
      Pero las investigaciones realizadas en esta última etapa ‑salvo excepciones‑ adolecen de una cierta parcialidad, con lo que se ha perdido la ventaja de una visión de conjunto. Por otra parte, en algunas ocasiones han sido suscitados por un criterio patriotista local que trataba de reivindicar para la patria chica el honor de una antigüedad venerable. En otros casos, el largo magistrado de una autoridad indiscutible ha llegado a dar por buenas interpretaciones que hoy nos parecen insostenibles o cuanto menos problemáticas.
      A pesar de ello, la labor de algunos estudiosos ha sido meritoria, pues también se convirtieron en viajeros y han tratado de concretar sobre artículos, planos y fotografías el resultado de sus impresiones, sus descubrimientos, y los datos que consiguieron reunir pueden considerarse como la última palabra. Hemos de tener presente que el análisis del trazado de las vias romanas en Extremadura, como en cualquier otro espacio no, sólo ha de tener en cuenta la investigación de las fuentes historicas, sino también otras más actuales.
      En definitiva, con el aprovechamiento de todas estas fuentes antiguas, modernas y contemporáneas, tenemos el material primario que es necesario interpretar y verificar en el terreno práctico.
      Ha de ser en último grado la arqueología la que ha de orientar acerca del estudio de las comunicaciones antiguas y ésta, apoyándose en todos los muchos y buenos auxiliares que la técnica contemporánea puede ofrecer hoy al investigador de la antigüedad como: estudios de toponimia, fotografía aérea, prospección sobre el terreno y cartografía, siendo fundamental en este último aspecto la utilización de las hojas a escala 1/50.000, del Mapa Topográfico Nacional, y las de 1/25.000, del Ministerio del Ejercito.
































[1]Macabeos, 1, 8, 3.
[2]Véase la obra FERNANDEZ CORRALES, J.M.: El asentamiento rural romano en torno a los cursos alto y medio del Salor: Su marco geográfico y su distribución", Norba 4, Cáceres, 1983, pp. 214‑217.
[3]Estrabon  II, 37.
[4]TITO LIVIO, Periochae, 49.
[5]Vide infra, cap. IV, p.131.
[6]Véase REDONDO RODRIGUEZ, J.A.: "Algunas consideraciones acerca de la romanización de los vettones en el sureste cacereño". Revista Norba‑historia, UEX, núm. 5 (Cáceres, 1984).
[7]ESTRABON, III, 3, 6.
[8]La descripción que hace Plinio de España está en los libros III y IV, capitulo II de su Naturae historiarum, p. 26. (Vid. PLINIUS: Historia Natural. Les Belles Letres, París, 1967 comienza por el río Guadiana ‑al igual que el escritor y geógrafo griego Estrabón en su Geografía, recopilada en diecisiete libros‑ y sigue hacia Oriente por el Estrecho.
[9]CESAR: De bello civili, I, 44.
[10]JUAN DE MARIANA: Historia general de España. Valencia, 1744, lib. XXIII, cap. XV.
[11]PONZ, A.: Viage a España. Tomo VII, 2ª ed. Madrid, MDCCLXXXIV, p. 166.
[12]VIU, J.A..: Extremadura: colección de sus inscripciones y monumentos seguidos de reflexiones importantes sobre lo pasado, lo presente y el porvenir de estas provincias. Madrid, 1852.
[13]MOYA: Armas y blasones de España, p. 333.
[14]REDONDO RODRIGUEZ, J.A. y GALAN SANCHEZ, P. J.: "El topónimo cacereño: Trujillo". Alcántara, núm. 12, Cáceres, 1987, pp. 105‑113.
[15]Fue la clásica colonia de veteranos de las legiones V y X, que tras una de las fases de las guerras cántabras fueron autorizados a establecerse en Lusitania, donde recibieron tierras como premio a sus servicios. Augusta Emerita será la capital de la provincia de Lusitania. DON CASIO, 53, 25, 2.
[16]HIGINIO: De constitutio limitum, 135, 15. Fontes Hispaniae Antiquae, VIII, p. 247.
[17]Anónimo de Rávena: Cosmographia. 312, 7‑l6. Recoge la forma Turaqua.(IV, 307, 19). Véase ROLDAN HERVAS, J.M.: Itineraria Hispana. Madrid, 1975, pp. 127 y 128.
[18]Itinerario de Antonino. 438, 2‑439, 4. Este documento data de época de Caracalla (196‑217 d. C.), aunque las copias que nos han llegado no son anteriores a Diocleciano, aproximadamente hacia el año 280. Es la guía esencial de los caminos de época romana. VON HAGEN, V.W.: Les voies romaines, Hachette, 1967, p. 10. KUBITSCHEK, J.W.: "Itinerarien". Realencyclopadie der clasischen altertumswssenschaft. Band, 9.2. p. 2343. Stuttgart, 1916. BLAZQUEZ, A.: "Nuevo estudio sobre el Itinerario de Antonino", 21, p. 55. BRAH. Madrid, 1892.
[19]Se conserva en la Biblioteca Imperial de Viena, y ha sido reconstruido por MILLER, K.: Die Peuntingerische Tafel, I. Sttutgart, 1916; Itineraria Romana, I, Stuttgart, 1916.
[20]Plinio, libros III y IV, capitulo II de su Naturae historiarum (Vid. PLINIUS, op. cit).
[21]Claudi Ptolemaei Geographia, I. Ed. K. Müller, París, 1883.
[22]En algunos estudios de Blázquez se hacen referencias a estelas funerarias romanas existentes en Trujillo. BLAZQUEZ, J.M.: Diccionario de las religiones prerromanas de Hispania (1975). También HURTADO DE SAN ANTONIO, R.: Corpus de Inscripciones Latinas en la provincia de Cáceres. Cáceres, 1977. VIVES, J.: Inscripciones latinas de la España Romana. Barcelona, 1971. REDONDO RODRIGUEZ, J.A.: "Nuevos epígrafes romanos de la Alta Extremadura". Vettonia, I (Cáceres, 1983), p. 42. IGLESIAS GIL, J.M.: "Genius Turgaliensis". Manifestaciones religiosas en la Lusitania. Simposio. Cáceres, 1984 (Cáceres 1986), pp. 127‑132. REDONDO RODRÍGUEZ, J.A. : Catálogo epigráfico latinode trujillo y su partido judicial. Tesina. Febrero 1983, Universidad de Extremadura (Cáceres). HUBNER, E.: Corpus Inscriptionum Latinarum. Berlín, 1899.
[23]Véase FERNANDEZ CORRALES, J.M.: Trazado de vías romanas en Extremadura. UNEX, Madrid, 1987.
[24]Vid. COOK WIDDRINGTON, S.E, que realizó sus viajes entre los años 1829 y 1832, el resultado fue la publicación de su obra Sketches in Spain during the years 1829, 30, 31 and 32; containing notices of some districtis very little known: of the manners of the people, gobernment, recent changes, commerce, fine arts, and natural history, Londres, 1834.
[25]CEAN BERMUDEZ: Diccionario histórico de los más ilustres profesores de las Bellas Artes de España. Madrid, 1800.
[26]ROBERTSON, op. cit., p. 232.
[27]Vid. ROSO DE LUNA,M..:  "Las vías romanas del Nordeste de Merida", núm. 60, BRAH. Madrid,1912, p. 337.
[28]ALVAREZ MARTINEZ, J.M.: "El tiempo antiguo". Historia de Extremadura, I. Badajoz, 1985, p. 121. COELLO, F.: "Vías romanas entre Toledo y Mérida", 15. BRAH, Madrid, 1889, p. 9.
[29]An. Rav, 312, 14   
[30]An. Rav.312, 13.
[31]Las controversias sobre el trazado de esta calzada en general y sobre los problemas para indentificar su recorrido por Extremadura pueden consultarse, entre otros, en los autores siguientes: ALVAREZ MARTINEZ .J.M .:Tiempo antiguo, op.cit.:BLAZQUEZ.A y SANCHEZ ALBORNOZ,C: "Exploraciones en vías romanas: De Carrión a Astorga y de Mérida a Toledo". 29, MJSEA. Madrid, 1920. BLAZQUEZ. A :"Informe relativo sobre la vía romana número XXV del Itinerario de Antonino", 60, BRAH, Madrid, 1912, pp. 306‑317: PAREDES Y GUILLEN.V: Origen del mombre de Extremadura, Plasencia,1886, pp. 91‑92.; ROSO DE LUNA. M "Nuevas inscripciones romanas de la región norbense". 7. Rev. Extremadura. Cáceres, 1905, pp. 488‑500: VILLAGRASA. E :"La Augustobriga Vettona". Miliario Extravagante,13. París, 1967, pp 373‑ 374.
[32]Vid. CALZADO PALACIOS, M.: "Una calzada Cáceres‑Medellín y otros datos sobre el campo norbense". Miliario Extravagante, 14, París, 1968, pp. 394‑397.
[33]No hemos de desechar las menciones de Turcalion y Rodacis que se hacen en el Anónimo de Rávena (312, 14‑15).

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