LA FIESTA A LA VIRGEN DE LA ASUNCIÓN EN
TRUJILLO, APORTACIONES DOCUMENTALES, HISTÓRICAS Y ARTÍSTICAS
La fiesta más importante que se ha celebrado en
Trujillo a lo largo de la historia ha sido la de la Virgen de la Asunción que por distintas circunstancias del destino[1],
llegaría a fusionarse en un momento de la historia con la fiesta de la Patrona,
desde que en el siglo XVI se ejecutase una imagen que representase a la patrona
de la ciudad y fuese colocada y venerada en una capilla construida en el
castillo entre las dos torres de la fortaleza, siendo fieles al escudo
municipal y cumpliendo así la tradición, transmitida de generación en
generación: ”En campo de plata, una imagen de Nuestra Señora de la Victoria
con el Niño Jesús en los brazos, puesta encima de una muralla almenada y
acotada de dos torres, todo de gules y mazonado de plata”. El uso de tal
escudo fue confirmado por el mismo Rey D. Fernando III[2].
Los orígenes del culto a la
Virgen en Trujillo. Extremadura,
región a la que pertenece Trujillo, tiene su origen en la Edad Media[3].
En este largo período que nos ocupa, las unidades administrativas existentes
fueron los concejos de realengo y los señoríos. En éstos las órdenes militares
organizaron la tierra en partidos o en provincias. La Iglesia seguía
organizándose territorialmente superando
a la división territorial civil, siendo con frecuencia punto de referencia para
describir el territorio extremeño[4].
Por otro lado, el régimen jurídico
de los municipios está contenido en los fueros y cartas-pueblas concedidos por
el rey o el señor, también cabe citar los estatutos y las concordias. Los
fueros otorgados a los concejos castellanos y leoneses entre los siglos XI y
XIII son una fuente de gran importancia para el conocimiento de la producción
agrícola, ganadera y artesanal, actividades frecuentes en Trujillo[5].
El modelo de constitución municipal predominante en los municipios extremeños
era el de las "ciudades fronterizas", concejos que surgen al Sur del
Duero, organizándose esencialmente en dos células o unidades territoriales: la
villa o zona intramuros y el término[6].
En el siglo XII los territorios
extremeños son fronterizos. Durante cinco siglos el norte de la región será
controlado de manera inestable por tribus beréberes. Los inicios de reconquista
en las localidades que hoy día corresponden al territorio extremeño, comienzan
en los albores del siglo XII. No obstante, hasta el año 1142 no conseguirá Alfonso
VII reconquistar una primera plaza: Coria[7].
El primer ataque cristiano a Trujillo fue obra de Geraldo Sempavor, el que
fuera alférez del rey Alfonso I, rey de Portugal, que aprovechando la debilidad
del ejército musulmán logró conquistar la citada villa en el año 1165[8].
Las Ordenes Militares eran las más apropiadas para dominar estos territorios
despoblados y de frecuentes ataques árabes. Con motivo de un gran ataque
acaecido en el año 1174, todos los territorios al sur del Tajo cayeron de nuevo
en manos de los musulmanes, a excepción de los territorios que pertenecían a
Fernando Rodríguez de Castro. Pero a su muerte, heredó el dominio sobre los
territorios su hijo, Pedro
Fernández, que reconoció al rey Alfonso VIII de Castilla. Trujillo se preparó
para un nuevo ataque musulmán. Se tomaron varias medidas, la construcción de
una extensa muralla que bordeara el conjunto poblacional, así como la
edificación de alcázares en los extremos y puertas de acceso a la misma; y la
fundación de un convento para la Orden del Pereiro -después Alcántara- en el
que vivieron los freyles bajo la dirección de D. Gómez, maestre del Pereiro.
También, se fundó una nueva ciudad a orillas del río Jerte que ayudaría a
poblar esta frontera, ya que Trujillo distaba 138 kilómetros de Talavera y 229
de Avila, los dos alfoces que lindaban con el suyo, incapaces de poblarlos en
poco tiempo. Así surgió la ciudad de Plasencia. También, sería de gran ayuda la
unión de las Ordenes Militares-Alcántara, Santiago y Temple- para la defensa de
los territorios[9]. El rey
Alfonso VIII entregó a la Orden de Santiago en Trujillo, la mitad de los
diezmos y tercias de la población y los términos que se poblasen desde el
Guadiana hasta el Tajo[10].
En el año 1196, Trujillo sufrió un
nuevo ataque, cayendo en manos almohades la fortaleza y el territorio, que
hasta entonces había estado bajo el poder de la Orden de Trujillo. Esta, que
nunca tuvo aprobación pontificia, desapareció de esta villa. Sus freyles
pasaron al convento del Pereiro. Para unos autores fue una orden distinta a la
de Alcántara, aunque luego pasó a formar parte de ella, y para otros la Orden
del Pereiro y la de Trujillo fue siempre la misma[11].
Un nuevo avance cristiano surge tras
la batalla de las Navas de Tolosa, en 1212. La unión entre castellanos y
leoneses ayudó para que el rey Alfonso IX conquistara Alcántara en 1217 y
Cáceres en 1229, y en 1230 las poblaciones de Montánchez, Badajoz y Mérida.
Pero, la conquista definitiva de
Trujillo tuvo lugar en tiempos del rey Fernando III, el 25 de enero de 1232,
participando en la misma las Ordenes Militares de Alcántara, Santiago y el
Temple[12].
Según la tradición, transmitida de generación en generación, la puerta por la
que entraron las tropas en la toma de Trujillo recibió el nombre de Arco del
Triunfo, en conmemoración al acontecimiento. Junto a las tropas de las
Ordenes Militares, destacaron caballeros de tres linajes que serían decisivos
en la posterior administración municipal de Trujillo: Altamiranos, Bejaranos y
Añasco. Entre los primeros destacó Fernán Ruiz de Altamirano, que logró abrir
la puerta del Triunfo para facilitar así la entrada a los ejércitos. Encima de
la puerta se pusieron los escudos de dichos linajes, y en una hornacina, una
imagen de Ntra. Sra. de la Victoria abogada de la conquista[13].
Pues, según una venerable leyenda, la Virgen intercedió para que el ejército
cristiano venciese en la toma de Trujillo contra los infieles. Esta leyenda
motivó el escudo de Trujillo que representa a la Virgen de la Victoria sobre
las murallas, en medio de dos torreones. El rey Fernando III concedió al Obispo
de Plasencia, diez yugadas en el término de Trujillo, en atención a los
servicios prestados en la toma de la villa[14].
Tras la reconquista aparecen en la
villa las primeras fábricas religiosas cristianas, como es el caso de la
iglesia parroquial de Santa María la Mayor, ubicada sobre el solar de una
mezquita árabe, la cual sería el centro del nodo urbano más importante de la
ciudad intramuros.
Al desaparecer el peligro musulmán y
con el enriquecimiento de los patrimonios solariegos, la población comienza a
abandonar la zona intramuros y rebasa la cerca de murallas, levantando
edificios entorno a lugar de celebración del mercado de ganados o agrario en el
arrabal en que se vendían los excedentes de los dominios y a los que acudían
buhoneros y artesanos que acabaron por establecerse allí de forma permanente, a
estos núcleos se los denominó burgos. El centro cívico medieval, sito en
la villa intramuros, pasará a la "ciudad nueva", configurándose así
la Plaza Mayor.
La
expansión demográfica es importante para los intereses políticos y militares de
los reyes, que sólo podían prosperar mediante un adecuado poblamiento de las
regiones conquistadas. De esta manera, se afirman algunas ciudades como Plasencia,
Cáceres y Trujillo. La mayor parte de los pueblos de la Diócesis placentina
estaban muy vinculados desde el punto de vista económico, político y
administrativo a una Ciudad principal: Trujillo, Plasencia, etc., que dictaba
unas ordenanzas observables en todas las aldeas de su término. El Corregidor
visita los lugares y efectúa los mandatos que obligan bajo pena a los aldeanos.
A finales de la Baja Edad Media se observará una mayor autonomía. Los
municipios comienzan a establecer sus propias ordenanzas, aunque serán
aprobadas en esas Ciudades principales.
Es
importante el estudio de las características de las imágenes medievales e
intentar localizar su época, pero también resulta interesante conocer las
sutiles transformaciones que han sufrido a lo largo de la historia, así como
las vicisitudes por las que han pasado desde las numerosas leyendas de tipo
simbólico que se las han atribuido hasta los festejos que en honor a ellas se
celebran en nuestros días.
En
aquella época de inquebrantable fe y de elemental cultura popular, de
efervescentes pasiones juveniles y de costumbres semibárbaras, no es de
maravillar que tropecemos con los más fuertes contrastes en la vida moral, los
actos más heroicos de abnegación, de penitencia, de humildad, de desprendimiento
evangélico, con la codicia insaciable de bienes mundanos, la rapacidad más
brutal, la ambición, el egoísmo; la pureza angélica, la virginidad, el
espiritualismo más noble, con los instintos más desenfrenados, el adulterio y
el concubinato casi sin escrúpulos; la misericordia, la caridad y el amor al
prójimo, con la crueldad, la extorsión y la usura; la piedad más ejemplar, con
la más grosera superstición.
El comentario de San Bernardo al Cantar
de los Cantares sobre el amor místico casi coincide con las más apasionadas
y sensuales novelas caballerescas, en que se exalta el amor libre pecaminoso y
adúltero, como en Tristán e Isolda. Siempre hubo delitos e inmoralidades
en el mundo, y es fácil trazar cuadros de subido color presentando las
costumbres de la época, buena muestra de ello lo encontramos en la sillería
coral de la Catedral de Plasencia.
Para explicar de algún modo este
sentido sombrío de las obras artísticas de la época, hemos de tener en cuenta
que en la masa del pueblo, y en aquellos eclesiásticos que no cursaban
estudios, reinaba la mayor ignorancia, y en las sombras de ésta se incuban
fácilmente los vicios más envilecedores. Anotemos, además, que el hombre
medieval vive en continuo estado de guerra. Siempre alerta contra las
incursiones de los enemigos en las luchas civiles y siempre soñando en
fantásticas matanzas de infieles bajo los cielos de Oriente[15].
Ahora bien, la guerra despierta las
pasiones más violentas, y si es lejana y larga, relaja las costumbres. Finalmente
no olvidemos que muchos de los crímenes y depredaciones se explican por la
deficiente organización de la vida civil y la falta consiguiente de eficaz
justicia represiva.
Pero, en general, conviene resaltar
la fe y espiritualidad de aquellas gentes que todo lo contemplaban sub
specie aeternitatis, que conocían perfectamente su origen y su destino
eterno y miraban todas las cosas del mundo como criaturas de Dios y en el
Vicario de Cristo con adhesión total; que amaban a Nuestro Señor y a su Madre Santísima
con apasionamiento y ternura; que invocaban a los santos con familiaridad y
confianza; que si pecaban, expiaban su culpa con austeridades y penitencias; que hacían actos heroicos,
luchando por la fe o consagrándose a obras de caridad; y veían en el santo
local el ideal y prototipo del hombre; y, en fin, que cantaron su fe en poemas
inmortales y obras de sabiduría teológica y construyeron para honra de Dios
obras artísticas espirituales.
Pero,
la fecundidad de la fe se mostró en otras muchas manifestaciones de la vida,
hasta en las fiestas populares, que con frecuencia son para el hombre del
Medievo prolongación de las fiestas religiosas[16].
Muchas de las romerías que se celebraban en torno a la Virgen se convirtieron
en la mayoría de los casos, en uno de los paradigmas de la localidad y en una
exaltación folklórica-turística.
Difícil
resulta a veces encontrar datos sobre el origen de ciertas imágenes
medievales -como es el caso, de Ntra.
Sra. de la Asunción de la parroquia de Santa María- y sobre la devoción a
ellas, por no encontrarse documentación en los archivos parroquiales y, en el
caso de que hubiese alguna información sobre la devoción a las imágenes, se han
perdido la mayoría de los documentos correspondientes, unas veces por el
abandono de los mismos sacerdotes o de los seglares encargados de las cofradías
y, otras veces, por las vicisitudes de la historia como la invasión francesa o
la Desamortización[17].
Es
curioso el origen legendario de la mayoría de las imágenes. Casi todas estas
"mariofanías" (manifestaciones de María) obedecen siempre a este
esquema tipificado: origen de la imagen en Tierra Santa; traída de allí por
algún varón apostólico; ocultamiento de la misma ante la invasión árabe;
aparición a un pastor o a una persona de baja categoría social e intelectual;
voluntad expresa de la Virgen de querer quedarse en ese lugar elegido por ella;
expreso deseo de la Virgen de que en ese citado lugar se levante un templo e
inamovilidad de la imagen al intentar ser trasladada a otro lugar distinto.
Al difundirse estos relatos, según un
modelo establecido, los monjes o el pueblo sencillo no buscaban la
verosimilitud. Su objetivo era el de incorporar al culto de una imagen el
"medio ambiente" legendario que entrase más entrañablemente en el
corazón del pueblo[18].
Pero, cada época tiene su idiosincrasia y no se puede aplicar a una época
pasada criterios que hoy estimamos insustituibles. Es difícil entrar en la piel
de unos hombres medievales que creían en un mundo en el que casi todo era
simbólico.
La
leyenda va más allá de la historia porque expresa todo aquello que está en el
alma de un pueblo o de una comunidad, pero que la historia no ha podido captar.
La ley que debe aplicarse a estas leyendas no puede ser más que ésta: El hombre
capta la realidad no sólo por el entendimiento, sino también con el
sentimiento, y la expresa no con palabras frías, sino a base de alegorías,
símbolos, leyendas y mitos. Así, el misterio de María no sólo se explica con la
historia, más bien escasa, sino también con la teología y el lenguaje indirecto
del símbolo y de la metáfora, como encarnación de lo indecible.
El
fondo espiritual de las leyendas medievales es la presencia de María
protegiendo a los pueblos cristianos en el momento en que se encontraban así
mismos, a medida que avanzaba la Reconquista. Los cristianos al lado de la
Madre protectora se sentían fuertes, gracias a las imágenes que iban llenando
los santuarios de las tierras conquistadas a los árabes. Este convencimiento se
vivía comunitariamente y fue concretándose en el momento en el que un poeta
-expresión del alma popular- fingió, que no inventó, la historia de la imagen
venerada. La narración, con el correr del tiempo, fue creciendo con detalles
que corrían de boca en boca, hasta pasar al acerbo común y transformarse en
leyenda.
Las
manifestaciones marianas muestran como tipificados, unos esquemas devocionales
e históricos, que proyectan a su vez manifiestas analogías para la comprensión
del fenómeno religioso. Ejemplo de ellos son estas relaciones que acabamos de
comentar, entre las imágenes de María y las Ordenes Militares, la principal
fuerza cristiana.
Tras
la reconquista, hubo de ser masiva la demanda de imágenes de la Virgen y los
Crucificados para las nuevas iglesias y ermitas que se estaban erigiendo en las
distintas localidades de la Diócesis placentina, según podemos constatar en las
numerosas advocaciones existentes, muchas de ellas no pasaron de ser obras de
devotos locales, que en la mayoría de los casos se conformaron con plasmar las
cabezas y los cuerpos que habían contemplado en las imágenes vecinas más
veneradas.
El
concepto de la realeza de la Madre de Jesús, fue captado por los tallistas
medievales en toda su profundidad teológica y grandeza litúrgica, existiendo
una gran correlación entre la plástica y la corriente ideológica que la
informa, de esta forma, aquélla se produce en función directa de ésta.
Por
tanto, podemos pensar en una conciencia que podríamos llamar iniciática,
producto de una concepción sagrada paralela a la que los maestros constructores
tradujeron en los templos. La tradición, en sus leyendas sobre el origen de
ciertas imágenes, ha plasmado también esa circunstancia.
En la
mayor parte de los casos, estas imágenes se convierten en Patronas de la
localidad en cuyo territorio han sido localizadas. Son varios los autores, que
sin contar con documentación alguna, consideran que los cristianos en la toma
definitiva de Trujillo encontraron una imagen de Ntra. Sra. escondida en la
Torre Julia. Cuando es más probable que la Virgen de la Asunción fuese una
imagen fernandina que viniese con las tropas en el año 1232. La festividad
mayor suele coincidir con la fecha de su supuesto hallazgo o de la toma de la
villa. En muchos casos se utiliza la devoción popular para socorrer a los
gastos que la iglesia debe sufragar a lo largo del año, como es la reparación
del templo o ermita, ya que son muchas las ofrendas que los fieles otorgan a
sus imágenes de devoción.
Otra
prueba de la gran devoción que el pueblo ha tenido a la mayoría de estas
imágenes, es la existencia en las iglesias y ermitas de diversos exvotos que
nos hablan de favores concedidos por la Virgen. Precisamente, gracias a un
cuadro exvoto del año 1745 existente en la iglesia parroquial de Santa María de
Trujillo, nos podemos dar una idea del aspecto que tenía la imagen de Ntra.
Sra. de la Asunción, que desapareció en 1809 con motivo de la invasión
francesa.
El Escudo de Armas de Trujillo fue creado en 1232 con
motivo de la toma de Trujillo por las
tropas del rey Fernando III, que capitaneaban D. Pedro
González Mengo, Maestre de Alcántara, en obsequio por la intercesión de Ntra.
Sra. en la victoria final contra los árabes. En su origen se organizó de la
forma siguiente: En campo de plata, una imagen de Nuestra Señora de la
Victoria con el Niño Jesús en los brazos, puesta encima de una muralla almenada
y acotada de dos torres, todo de gules y mazonado de plata. El uso de tal
escudo fue confirmado por el mismo Rey D. Fernando III[19].
Cuando el Rey de Castilla y León D.
Juan II concedió a Trujillo el titulo de Ciudad, el 12 de abril de 1430 en
Astudillo, y fue confirmado el 4 de enero de 1432 en Zamora, esta ciudad
extremeña con su asentimiento, timbró su escudo de armas con una corona igual a
la de Marqués[20].
Y, por último, el Rey D. Alfonso
XII, a petición del Ayuntamiento de Trujillo, confirmó el escudo de armas, y
mandó dar certificado de la confirmación por D. Félix de Rújula Martín Crespo
Busel y Quirós, Cronista de S.M.C., el 18 de mayo de 1880; ordenándose en él
que la Ciudad de Trujillo pueda usar de las referidas armas, haciéndolas
bordar, esculpir y pintar en sus
sellos, anillos, reposteros, Casas Consistoriales portadas, y demás
partes acostumbradas.
En dicho certificado de confirmación
se define el emblema del escudo en la forma siguiente: "La plata
significa pureza, integridad, obediencia, celo, firmeza y gratitud. La imagen
de la Virgen, devoción y agradecimiento a la victoria conseguida a los
sarracenos. El muro y las dos torres declaran el brío, firmeza, constancia,
esfuerzo y osadía de los moradores y vecinos de Trujillo. Y el color gules (o
rojo) demuestra la sangre que en su conquista y defensa derramaron los
hijosdalgos y caballeros pobladores de ella".
Siete puertas abrían el cinturón de la muralla almohade al exterior de
la ciudad. Estas fueron reformadas entre los años finales del siglo XV y
principios del siguiente. En ellas y sobre el arco de acceso se emplazaba una
pequeña capilla, escoltada con los blasones de España, de la ciudad y de
algunas familias nobiliarias, con un retablo de imágenes.
Las puertas de Santiago y San Juan
se adornaban con las imágenes de sus santos titulares. La del Triunfo ostentaba
una imagen de bulto de Nuestra Señora de la Victoria, acorde con la tradición de
que allí se apareció la Virgen al ejército cristiano en la reconquista de la
ciudad.
Desaparecidos todos los retablos,
que inicialmente se decoraban con pinturas, se perdieron las imágenes, que en
1554 ejecutara Jerónimo González para las puertas de Santiago y San Juan. Igual
suerte corrió la imagen que para la puerta del Triunfo hiciera el pintor Muriel
Solano en 1575, en sustitución de la escultura que para dicha hornacina
realizara el artista Sancho Casco, en 1505. La que actualmente se expone a la veneración de los
fieles en la citada puerta, es obra realizada en 1963 por el cantero trujillano
Francisco Serván Donaire.
Unas noticias documentales son los
únicos restos que quedan de los retablos emplazados en el Cañón de la Cárcel y
en el de la calle Sillería. Servidumbre de paso a través de las antiguas casas
consistoriales, que enlaza el camino de las almenas con la plaza mayor, en el
primero puede apreciarse aún la hornacina ciega, desprovista de su
correspondiente retablo, en el que Muriel Solano pintara en 1575 una imagen de
Nuestra Señora. En el arco de Sillería no queda rastro alguno del retablo, que
sabemos estuvo situado en la parte exterior de la plaza, pero los testimonios
escritos son lo suficientemente explícitos para afirmar la existencia de una
capilla abierta dedicada a la Virgen[21].
Conformaban ambos, junto con la capilla del Reposo, que aún se conservan, la
trilogía de retablos marianos situados en la entrada a la Plaza, de los tres
caminos más utilizados.
Por tanto, en un breve recorrido por
las calles trujillanas nos detendremos a contemplar las imágenes de Nuestra
Señora. Muchas desaparecieron, pero otras aún siguen recibiendo las oraciones
de los fieles transeúntes. El escudo de la ciudad es el motivo heráldico más
repetido en la iconografía mariana.
El escudo de la ciudad de Trujillo efigia a la Virgen de la Victoria
entre dos torres almenadas sobre campo de plata las calles de la ciudad. No contento con
las imágenes guardadas en el interior de los templos y ermitas, el trujillano
ha sacado su Virgen a la calle, asomándola a las puertas de la Villa y a sus
plazuelas, sacralizando así el espacio urbano, en un deseo manifiesto de
convertir la ciudad en un templo abierto de colosales dimensiones, que remata
en la clave del cielo trujillano la imagen del Castillo.
Allí donde se encuentra, testimonia la
propiedad o mecenazgo del concejo trujillano. Así lo vemos en las portadas de
los predios comunales, en las iglesias de patronazgo y en las bóvedas de los templos,
a cuya construcción acudió el Ayuntamiento.
Las armas de la ciudad aparecen en
las portadas de las dehesas de los Caballos y de las Yeguas, erigidas
respectivamente en 1535 y 1573, con el acompañamiento de las del reino, en su
calidad de ciudad realenga. EI escudo trujillano preside la casa de los Fieles
y otros edificios públicos,
desgraciadamente desaparecidos.
Escudos de la ciudad -con la
obligada representaci6n de la imagen de Nuestra Señora entre dos torres-
aparecen en las portadas de las iglesias conventuales de San Pedro y San Francisco, y en la principal de la
parroquia de San Martín, ornando asimismo las claves de las bóvedas interiores.
Responden todos ellos a un mismo modelo compositivo, en que aparece la Virgen
de tres cuartos, con la única excepción del escudo de la portada de la iglesia
de San Francisco, que representa a Nuestra Señora de cuerpo entero, con un
lirio en su mano derecha. Es este sin duda el
mejor ejemplar iconográfico de la heráldica concejil, por su diseño y
labra. En el interior del templo franciscano pueden contemplarse los escudos
situados en las claves de las bóvedas de la nave principal, con la policromía
original, que pusiera en ellos el pintor Juan Ximénez, en 1588
Otro escudo decora la fachada del
actual Ayuntamiento, edificado bajo el mandato del corregidor Juan de Lodeña en
1585, durante cuyo corregimiento se alzaron los arcos del portal del pan, que
remataban en un ático con los blasones de la ciudad. Esta obra desapareció, al descomponerse en el
siglo pasado este lienzo de la Plaza, si bien podemos conocer su alzado gracias
a los dibujos del taller de Laborde, descubiertos por el historiador del Arte
fallecido Dr. D. Xavier de Salas.
De las capillas abiertas en el
callejero de la ciudad tan sólo se conservan las siguientes: la de la Virgen de
la Guía, el Reposo, la de la calle Afuera (desaparecida) y una situada en el
costado exterior de la iglesia conventual de San Francisco. Todas ellas son
imágenes de piedra, de distinta calidad
artística, y procedentes de un mismo modelo iconográfico.
Años antes, en el año 1531, el concejo acordó
construir una capilla en el castillo para venerar en ella a la imagen que
ejecutara Diego Durán, de vara y dos
tercios, bien dorada y lucida, adornos que estuvieron a cargo de Antón Torino y
Juan Notario[22]. Esta
imagen sería la Patrona de Trujillo, la Virgen de la Victoria. Tiene un gran interés la
capilla de la Virgen de la Victoria en el castillo por tratarse de la Patrona
de la ciudad, estando colocada entre las torres del castillo en el escudo de
Trujillo. El hecho de situar a la imagen de esta manera responde con la
tradición que afirma la intervención milagrosa de la Virgen en la conquista de
la villa, pues se apareció entre dos torres concediendo la victoria a las
tropas cristianas. Esta es la razón por la que se construyó una capilla en
dicho lugar.
La obra del arco, bóveda, altar y retablo de Nuestra
Señora de la Victoria fue encargada al maestro Sancho de Cabrera por un importe
total de cien ducados, según acordó el Concejo en 1547. Ha desaparecido, lo
obrado por Cabrera a causa de las diversas reformas que tuvo dicha capilla, la
más importante fue la del año 1951, según proyecto del arquitecto José M.
González Valcárcel.
Cinco decenios más tarde, en 1583,
la escultura fue retocada por el escultor Juanes de la Fuente, activo en la
ciudad por aquellos tiempos; al año siguiente sería policromada y dorada por el
pintor Juan Sánchez[23].
Es una imagen de gran belleza, que
muestra a la Virgen en pie, con el Niño desnudo en su izquierda; tratada con
formas blandas, constituye un buen ejemplar de arte renacentista.
En el año 1755, un año después de
que se realizasen otras obras de mejora en la capilla de Nuestra Señora de la
Victoria, se decide llevar a cabo "alguna obra que redunde en el maior
y más honroso adorno" en acción de gracias ante el terremoto
registrado a finales de dicho año. A principios de 1756, Fernando de Mendoza,
nombrado comisario para las obras de la capilla, inicia los trámites para el
comienzo de las mismas. Meses más tarde se ordena el libramiento de 530 reales
de vellón de la "madera cortada para la obra de Nuestra Señora de la
Victoria". No obstante, las obras no se habían iniciado aún en 1760.
En abril de dicho año el procurador síndico pone en conocimiento del concejo
las quejas que los vecinos le habían manifestado por el apilamiento de
materiales en aquel sitio sin que los trabajos de ampliación diesen principio, de
forma que "lo que se preparó para maior dezencia, produce oy indezencia
a lo que no es justo que la ziudad buelba los ojos".
En 1809, con motivo de la entrada de
las tropas francesas en Trujillo, D. Agustín Serrano, criado del Marqués de la
Conquista, escondió la sagrada imagen en el Palacio de la Conquista. En 1854
fue devuelta la imagen de la Patrona a la fortaleza. En la festividad del año
1912, se inauguró la nueva capilla del castillo, la obra fue costeada por el
Excmo. Sr. Marqués de Albayda. Coincidiendo con este hecho se quitó la
policromía a la imagen de la Patrona[24].
Al concluir la fiesta de la Patrona
del año 1949, el Sr. Alcalde D. Julián García de Guadiana Artaloytia, al
despedir a los invitados en el salón de actos del Ayuntamiento, les expuso la
pena que causaba el estado en que se encontraba la capilla de la Virgen y lanzó
la idea de hacer una profunda reforma. Ni que decir hay que fue
extraordinariamente acogida su propuesta. Para realizar la obra se encargaron
planos y estudios y sin demora alguna, el Alcalde convocó a los patronos y
obreros de distintos ramos a una reunión que se celebró el 26 de Marzo de 1950,
en la que fueron mostrados los planos realizados por los arquitectos Valcárcel
y Feduchi. En las fiestas de la Victoria de 1950, se realizaron audiciones
radiofónicas que pudieron ser escuchadas por todos los trujillanos gracias a la
megafonía instalada en la Plaza por generosidad de la firma comercial Eusebio
González y Cía, S.A. En su alocución señaló el Sr. Alcalde que era el momento
propicio de acometer las obras de restauración de la ermita del Castillo,
animando a los trujillanos a colaborar. La idea es acogida favorablemente y el
público congregado en la Plaza aplaude con entusiasmo. En efecto, de inmediato
se abre una suscripción popular para que cada trujillano aporte lo que crea
conveniente.
En los primeros
días del mes de marzo de 1951, comenzaron las obras de la Capilla o Santuario
de la Virgen según los planos que el 18 de febrero anterior entregó el
arquitecto de la
Dirección General de Bellas Artes D. José M. González
Valcárcel, al entonces Alcalde de Trujillo D. Julián García de Guadiana. Estas
obras se realizaron por suscripción popular, la cual ascendió a 243.215 ptas.
Esta Capilla sustituyó a la que entonces existía en la torre del homenaje, a la
par que se construyó la casa del santero. Con motivo de las obras de
restauración no solo de la ermita que cobija la imagen de la Patrona de
Trujillo, sino también de la fortaleza, se hizo necesario trasladar la imagen a
la iglesia de Santiago. Este traslado se efectuó solemnemente el sábado 21 de
Abril de 1951 a
las ocho de la tarde. Una
vez restaurada la fortaleza, la imagen de la Patrona retornó a su capilla. Fue
coronada canónicamente el domingo 18 de octubre de 1953 por el Eminentísimo Sr.
Cardenal Cicognani.
Según constatamos por el Libro de
Cuentas de Fábrica más antiguo que se conserva[25], existió una imagen
de Ntra. Sra. con su Niño en brazos en el altar mayor. Debe de tratarse de la
imagen titular de la parroquia, Ntra. Sra. de la Asunción.
Es difícil, al contar con tan escasa
información en los libros de fábrica, saber qué forma tendría. Tan solo se
conserva un cuadro exvoto, realizado en 1745, en el que aparecen representados
la Virgen sosteniendo al Niño con su brazo izquierdo[26]. Pero, la imagen
está vestida, imposible para datar la escultura. Podemos
decir, no obstante, que puede responder al tipo medieval de Virgen sentada
sosteniendo al Niño con su brazo izquierdo, en actitud hierática y sin
comunicación entre ambos. Lo más probable es que se tratase de una imagen
románica de campaña, traída por los conquistadores de la villa en 1232.
Circunstancia que fue muy repetida en tiempos medievales, como debió de ocurrir
con la imagen de Ntra. Sra. de la Coronada, sita en la iglesia de San Martín de
Trujillo.
Pero, contar solamente con un cuadro
exvoto popular y una vaga referencia a la imagen en los libros de fábrica,
además de tener en cuenta el estilo personal del artista, en este caso
mediocre; no nos permite aventurar hipótesis. El culto a la Virgen con el Niño
de Santa María, bajo la advocación del Misterio de la Asunción, se estableció
enseguida, una vez conquistada la villa por las tropas cristianas. Según Tena
Fernández: "Fue la imagen de mayor devoción en Trujillo, hasta el año
1531, fecha en la cual el concejo acordó construir una capilla en el castillo
para venerar en ella a la imagen que ejecutara Diego Durán[27],
sería la Patrona de Trujillo, la Virgen de la Victoria"[28].
Con anterioridad, las
representaciones a Nuestra Señora, estaban reservadas para el escudo de la
ciudad, repartidos en puertas de acceso a la villa, bóvedas de las iglesias,
etc.
El escudo de armas de la ciudad fue
confirmado por el rey Fernando III, según la venerable leyenda que nos cuenta
que la Virgen auxilió a las tropas cristianas en la conquista definitiva
acaecida el 25 de enero del año 1232. En el escudo de armas aparece: "En campo de plata una imagen de Ntra.
Sra. de la Victoria, puesta encima de la muralla almenada de dos torres, todo de
gules y mazonado de plata".
Ntra. Sra. de la Asunción, titular
de la iglesia de Santa María, sería la imagen que recibiría culto y sería la
más venerada hasta la fecha citada. Tuvo muchas alhajas y ricos vestidos como
se desprende del Inventario realizado en 1729[29]. Esta imagen
desapareció en 1809. Su lugar en el retablo le vino a ocupar una imagen de
Ntra. Sra., actual titular de la parroquia, obra del escultor Modesto Pastor,
natural de Valencia[30].
En un Libro de Cuentas de la
parroquia podemos leer: "Es
tradición que en la invasión francesa del presente siglo desapareció la imagen
de Ntra. Sra. de la Asunción, patrona de la iglesia de Santa María; llevándose
los preciosos vestidos de su uso al extranjero, algunos se pudieron rescatar.
El camarín quedó sin imagen, cuya falta se suplió en el año mil ochocientos
diez y siete por el Sr. Marqués de Santa Marta que donó un magnífico lienzo a
la iglesia, representando el misterio de la Asunción de Ntra. Sra., se colocó
en el centro del retablo mayor desde lo alto del tabernáculo hasta cubrir el
escudo final de aquel ocultando por sus dimensiones, el camarín y siete cuadros
más del retablo. En mil ochocientos ochenta y dos se trasladó este lienzo y hoy
está colocado en la nave del baptisterio frente a la ventana grande de Mediodía[31] y puesta en el camarín una imagen de talla que
representa dicho misterio estando la Virgen sentada sobre una nube, subida por
dos mancebos preciosos, circuida de rayos dorados en grupo de unos dos metros y
treinta centímetros de altura, por uno y doce de ancho, es obra del escultor de
Valencia del Cid don Modesto Pastor, encargada por el cura párroco de esta
iglesia y costeada por los fondos de la fábrica, siendo su coste nueve mil
reales. Llegó esta imagen a Trujillo a últimos de abril de 1882; estuvo, hasta
su traslado en procesión, en la casa del presbítero don Agustín Solís, en la calle Nueva , quien
había concebido el pensamiento de traer esta imagen en el tiempo que fue
ecónomo de esta parroquia"[32].
[1]En el Archivo Municipal de Trujillo existen varios
documentos que hacen referencia a las fiestas de Agosto en honor a la Virgen de la Asunción , de los siglos
XV, XVI y XVII. Legs. 1-6-10; 1-6-4; 1-1-3; 1-1-13; 1-1-14; 1-1-15; 3-2-5.
RAMOS RUBIO, J. A: “Imaginería Medieval mariana en la Tierra de Trujillo”. Actas del Congreso “La Tierra de Trujillo desde la
época prerromana a la Baja
Edad Media”, Real Academia de Extremadura de las Letras y
las Artes. Trujillo, 2005, pp. 137-169.
[2] Leg. 5-3-5-11. Archivo Municipal de Trujillo. Cit.
RAMOS RUBIO, J. A: "La
Villa de Trujillo en la Edad Media ". Revista técnico-legislativa de la Policía Municipal ,
V época, núm. 490. Madrid, enero-febrero de 1995, pp. 68-69; RAMOS RUBIO, J. A:
“La Victoria ,
tradición ancestral”. Adicomt, año
2, núm. 13, septiembre, 2001, p. 9.
[3] PALACIOS MARTIN, B: El largo proceso histórico de Extremadura,
en EXTREMADURA Y AMERICA. Madrid, 1990, p. 42. La entidad regional de
Extremadura tiene su origen en la
Edad Media , siendo la reconquista la que pone las bases de la Extremadura actual.
[4] LLABRES, G: “Que dio la Ciudad de Trujillo don
Alfonso X en 1256”. Revista de
Extremadura, Badajoz, 1901, pp. 489-496; LUMBRERAS VALIENTE, P: Los fueros municipales de Cáceres. Su
derecho privado. Cáceres, 1990.
[5] Fuero de Trujillo. Archivo Municipal de Trujillo, leg. 5, doc. 1,
fol. 123.
[6] MARTIN RODRIGUEZ, J. L: Evolución económica de la Península Ibérica
en la Edad Media.
Barcelona, 1976, p. 111; CARLE, M. del C: Del concejo medieval castellano-leonés. Buenos Aires, 1968; GAUTIER
DALCHE, J: Historia urbana de León y
Castilla en la Edad Media. Madrid, 1979.
[7] GONZALEZ, J: “Reconquista
y repoblación de Castilla, León, Extremadura y Andalucía”. Reconquista Española y repoblación del país. Zaragoza, 1951; LOMAX,
W: “La fecha de la reconquista de Cáceres”. Archivos leoneses, 1981, p. 309 ss; MARTIN MARTIN, J. L: “La Repoblación de la Transierra ”. Estudios dedicados a Carlos Callejo Serrano.
Cáceres, 1979, pp. 477-497; VELO Y NIETO, G: Castillos de Extremadura, Cáceres, 1968; TERRON ALBARRAN, M:
“Historia política de la
Baja Extremadura en el período islámico”. Historia de la Baja Extremadura ,
Badajoz, 1986, p. 442.
[8] GONZALEZ, J: “Introducción
histórica”. Extremadura. Moguer,
Madrid, 1979, p. 60.
[9] TORRES TAPIA, A: Crónica de la Orden de Alcántara.
Madrid, 1763, p. 101.
[10] MARTINEZ, M. R:
“Trujillo”. Revista de Extremadura,
1900, p. 251; MUÑOZ DE SAN PEDRO, M: Crónicas
trujillanas del siglo XVI. Manuscrito de Tapia, Cáceres, 1952, p. 202.
[11] MARTINEZ, M, op. cit., p. 251; MARTIN, J. L: Tiempos
medievales. Historia de Extremadura,
Badajoz, 1985, pp. 384 y 485; Véase el estudio interesante de la Orden Militar de
Trujillo de RUIZ MORENO, M. J: La
milicia de los freires de Truxillo. Institución Cultural “El Brocense”.
Cáceres, 2010; RUIZ MORENO: “Aproximación histórica a
la Orden Militar
de Trujillo”. Actas del Congreso
Trujillo Medieval, Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes.
Trujillo, 2002.
[12] Según la relación de los Ana les Toledanos I, Crónica Latina de Castilla
4, en FERNANDEZ, Fr. A: Historia y Ana les de la Ciudad y Obispado de
Plasencia, 1º ed. Madrid, 1627; 2ª ed. Cáceres, 1952, p. 62.
[13] Según la relación de los Ana les Toledanos, op. cit.; FERNANDEZ, A,
op. cit., p. 62.
[14] Documento publicado por
BENAVIDES, J: “Trujillo”. Revista de
Extremadura, 1900, pp. 497-499.
[15] RAMOS RUBIO, J. A: “La influencia de mundo antiguo en
la diócesis de Plasencia y sus aportaciones a la iconografía de obras
escultóricas y pictóricas de la
Edad Media ”. Actas de los XXVI Coloquios Históricos de
Extremadura. Trujillo, 1997, pp.
385-405.
[16] RAMOS RUBIO, J. A: “Fiestas en Trujillo: Arte,
historia y devoción popular”. Comarca de Trujillo, núm.
79, Extraordinario, agosto de 1989, pp. 57 a 59.
[17] RAMOS RUBIO, J. A: Historia del Culto a Ntra. Sra. de la Victoria y su Coronación
Canónica. Ed. Hermandad de la Santísima. Virgen de la Victoria de Trujillo.
Cáceres, 1994; RAMOS RUBIO, J. A: “Cuadro exvoto hallado en Trujillo”. Comarca
de Trujillo, núm. 65, junio de 1988.
[18] HERRAN, L.: Historia, culto y leyenda de las
apariciones marianas. Estudios Marianos. Vol. De la Sociedad Mariológica
Española, Madrid, 1961, p. 265.
[19] RAMOS RUBIO, J. A: “Al año siguiente de la Reconquista de
Trujillo”, Comarca de Trujillo, núm. 99, agosto de 1991, p. 8.
[20] NARAJO ALONSO, C: Trujillo, sus hijos y sus monumentos.
2º ed. Serradilla, 1929, pp. 91-93.
[21] Legs. 1-1-3, 1-5-1 y
1-1-13, Archivo Municipal de Trujillo.
[22] Legs. 1-1-21, 1-1-11, 1-2-4,
Archivo Municipal de Trujillo.
[23] Leg. 1-6-4, Archivo
Municipal de Trujillo.
[24] RAMOS RUBIO, J. A.: "Ocho siglos de historia
viva". Diario de Extremadura,
sábado 24 de agosto de 1991, p. 30.
[26]RAMOS RUBIO, J. A.: "Cuadro exvoto hallado en
Trujillo". Rev. Comarca de Trujillo. Núm. 65. Cáceres, 1988, p. 9.
"Nuevas aportaciones acerca de la escultura de la iglesia parroquial de
Santa María de Trujillo ".
Actas del Congreso VIII Centenario de la Fundación de la Diócesis de Plasencia. Plasencia,
1990, pp. 551-561.
[27] Legs. 1-1-21, 1-1-11,
1-2-4, Archivo Municipal de Trujillo.
[28]A la
Patrona de Trujillo no se la llamó St ª Mª de la Victoria hasta el año
1531. Todos los documentos anteriores a esta fecha la denominan Asunción
de Ntra. Sra., que era el día en que se celebraba la fiesta de la ciudad. TENA FERNANDEZ ,
J.: Historia de Santa María de la Victoria. Serradilla , 1930, p. 138.
A partir de
1531, una vez construida la ermita del castillo y ejecutada la imagen en piedra
de la Virgen ,
los documentos nos hablan del voto hecho por la ciudad de celebrar solemne
fiesta el día 15 de agosto de cada año en honor de Santa María de la Victoria. Los cultos
se celebrarían en Santa María la
Mayor , y después se efectuaría una procesión al castillo. De
lo que deducimos que la Virgen
de la Asunción ,
colocada en el retablo de Santa María, fue la Patrona de Trujillo hasta
que en 1531 Diego Durán realizó la imagen en piedra de Ntra. Sra. de la Victoria. Se siguió
celebrando la fiesta el 15 de agosto en la iglesia de Santa María, pero a la
imagen que se la hacían los votos y veneraba era la del castillo. Legs. 1-1-21,
1-1-11, 1-2-4, Archivo Municipal de Trujillo.
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