viernes, 26 de septiembre de 2025

 

El alquerque medieval: alquerque de nueve y alquerque de doce

 

El alquerque es un juego de mesa ancestral, con variantes que se conocen como alquerque de  de nueve y de doce. Sus raíces se pierden en el mundo antiguo, pero fue con la Edad Media y con especial presencia en la Península Ibérica cuando adquirió un gran peso cultural y social. Las manifestaciones del alquerque —grabados en piedra, menciones literarias, reglas establecidas por reyes como Alfonso X el Sabio— permiten reconstruir no sólo sus reglas como juego, sino también su significado simbólico, social y su función en espacios religiosos y civiles. A continuación se analiza de manera detallada qué representan los alquerques de nueve y de doce, contrastando fuentes históricas, arqueológicas y culturales.

La palabra alquerque proviene del árabe al-qirkat. Se cree que los musulmanes lo introdujeron o al menos popularizaron en la Península Ibérica.  Los juegos de variaciones similares existían ya en la antigüedad: en Egipto, Grecia o Roma se han encontrado tableros o referencias a juegos en los que se movían fichas entre líneas grabadas en piedra o tableros.   En la obra Libro de los juegos (1238) atribuida a Alfonso X el Sabio, se describen el alquerque de tres, de nueve y de doce como juegos conocidos en la época, con reglas relativamente estandarizadas.

Los alquerques aparecen frecuentemente grabados en piedra en Extremadura, en iglesias, claustros, sillares, bancadas exteriores, y otros espacios arquitectónicos del románico y períodos posteriores.

Para entender el significado simbólico y funcional, es útil saber cómo se juegan estas variantes.

Alquerque de nueve (también llamado alquerque de IX o juego del molino): Cada jugador dispone de nueve fichas. Se dispone un tablero marcado, con recintos concéntricos (cuadrados) unidos por líneas que atraviesan los lados en puntos intermedios.  El objetivo básico consiste en formar “molinos”, es decir, alineaciones de tres fichas en línea recta, para capturar piezas del oponente. Además, inmovilizar al adversario también se considera condición de victoria.

Por su parte, en el Alquerque de doce, cada jugador empieza con doce piezas. Se juega sobre un tablero de cinco filas de puntos conectados por líneas verticales, horizontales y diagonales. Movimientos simples sobre puntos adyacentes; capturas saltando sobre piezas adversarias cuando la posición lo permite.  El objetivo es capturar todas las piezas del contrario o bloquearlas para que no puedan moverse.

En muchas iglesias medievales románicas y góticas de la Extremadura se han hallado alquerques grabados en sillares, muros exteriores, bancos de piedra, etc. Algunos de estos tableros podrían haber sido usados activamente para jugar por monjes, canteros u otros ocupantes del edificio.   Sin embargo, también se ha planteado que su presencia no era meramente lúdica, su ubicación estratégica en entradas, ventanas, quicios o elementos funerarios sugiere que podrían tener funciones simbólicas o protectoras. Por ejemplo, para “ahuyentar pesadillas”, calamidades o influencias negativas.

Al ser un juego que obliga a la estrategia, al cálculo de movimientos y al enfrentamiento directo, refleja valores como la astucia, la competencia, la previsión. En la Alta Edad Media, cualquier actividad mental o intelectual también estaba relacionada con prestigio social.

En la obra de Alfonso X, por ejemplo, se da al alquerque un tratamiento literario y reglamentado, lo que pone de manifiesto que ya entonces no era solo un entretenimiento callejero, sino parte de la cultura cortesana.

El alquerque de doce es el antecedente directo de las damas. Las damas adaptaron las reglas de captura y el tablero para permitir movimientos más amplios (como los saltos múltiples y coronación) sobre tableros más grandes.   El alquerque de nueve, por su parte, se relaciona con el juego del molino, juego ampliamente documentado en Europa, con reglas similares y variantes locales.

¿Tableros grabados vs uso real? No siempre está claro si un alquerque grabado en piedra se utilizaba para jugar, si era meramente decorativo, si era simbólico, o si tenía varios usos. Factores como desgaste, ubicación, profundidad del grabado, contexto arquitectónico son claves para determinar esto.

Estudios recientes proponen que los alquerques podrían cumplir funciones apotropaicas (es decir, para proteger) en iglesias románicas y otros edificios sagrados. No se ha probado definitivamente, pero la asociación con entradas, ventanas, elementos funerarios sugiere que el valor simbólico era real para algunos de ellos.

No  todos los alquerques de nueve tienen exactamente las mismas líneas o proporciones; hay variantes locales en el estilo del diseño, profundidad, tamaño, materiales. Lo mismo con los de doce. Esto indica adaptación local, reutilización de piedra, influencia del entorno cultural, etc.

El alquerque de nueve y el alquerque de doce no son meros juegos antiguos; representan un punto de cruce entre ocio, simbolismo, cultura material y vida religiosa en la Edad Media. A través de sus tableros grabados, de sus menciones en tratados reales, de su presencia en iglesias y otros edificios, se manifiestan valores intelectuales, sociales y espirituales de una sociedad que encontraba formas de belleza y sentido incluso en lo cotidiano.

 







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