domingo, 21 de septiembre de 2025

 

FRANCISCO RODRÍGUEZ DE LEDESMA

 

Francisco Rodríguez de Ledesma nació el 25 de diciembre de 1760 en Salvatierra de los Barros, un pequeño municipio de la provincia de Badajoz, situado en la región de Extremadura. Era hijo de Francisco Rodríguez de Ledesma y Francisca de Vera y Morales, ambos miembros de la baja nobleza local. Esta ascendencia, aunque no perteneciente a las altas clases aristocráticas, le permitió crecer en un ambiente con ciertas influencias sociales y culturales, que más tarde influirían en su carrera como dramaturgo y en su implicación en los movimientos liberales.

Su bautizo se celebró el 3 de enero de 1761 en la iglesia Parroquial de San Blas de Salvatierra de los Barros, una ceremonia que marcó su entrada oficial en la vida religiosa y social de la comunidad, en un contexto donde la influencia de la Iglesia en la vida cotidiana era fundamental. Fueron sus padrinos, doña María de Ledesma, su tía. Y testigos del bautismo los señores Manuel Palacios y Antonio Cumplido.

El joven Rodríguez Ledesma inició su formación académica en la Universidad de Sevilla, un centro que, pese a la censura inquisitorial todavía latente, comenzaba a dejarse influir por los ecos del pensamiento ilustrado. Más adelante, se trasladó a la Universidad de Salamanca, uno de los focos intelectuales del país, donde se graduó como bachiller en leyes, grado que entonces requería tanto conocimientos jurídicos como dominio de la lógica y la retórica, herencia del sistema escolástico que aún pervivía.

Su formación no solo le proporcionó una sólida base legal, sino también un contacto con los debates ideológicos que marcaban el fin del Antiguo Régimen. La Salamanca de principios del XIX era un hervidero de discusión sobre el contrato social, la soberanía nacional y el derecho natural, claves que más tarde articularían su pensamiento político.

Tras concluir sus estudios, Rodríguez Ledesma trabajó en diversos bufetes de Salamanca y Salvatierra de Barros, localidades en las que combinó el ejercicio jurídico con una creciente actividad pública. En una época en la que el derecho comenzaba a desvincularse de la mera interpretación de la voluntad real para acercarse a los principios racionales y constitucionales, su figura representaba la del jurista comprometido con la transformación institucional del país.

Su carrera profesional dio un giro decisivo al establecerse en Zafra, donde colaboró estrechamente con Joaquín Marín de Valle, abogado de prestigio y figura relevante del liberalismo regional. Este vínculo fue determinante para su entrada en la política activa: no se trataba simplemente de aplicar la ley, sino de construir un nuevo orden jurídico, cimentado en principios de libertad, igualdad ante la ley y limitación del poder monárquico.

Su primer gran salto a la vida pública se produjo al ser elegido diputado en las Cortes de 1813-1814, en el marco del ciclo constituyente abierto por las Cortes de Cádiz. Estos años marcaron el inicio de una etapa donde el derecho se convirtió en el terreno de batalla entre absolutistas y constitucionalistas. Rodríguez Ledesma se alineó firmemente con el sector liberal, defendiendo posturas reformistas y participando activamente en la redacción y defensa de propuestas legislativas que pretendían consolidar los principios de la Constitución de 1812.

La reacción absolutista de Fernando VII en 1814 supuso el fin temporal de su carrera parlamentaria y el inicio de un periodo de represión para los liberales. Sin embargo, Rodríguez Ledesma no abandonó sus convicciones. Durante los años de clandestinidad y represión, mantuvo contacto con círculos liberales y continuó su labor intelectual y jurídica, perfilando un pensamiento político que conjugaba pragmatismo institucional con una profunda fe en la soberanía popular.

En 1820, con el pronunciamiento de Riego y el inicio del Trienio Liberal, fue nuevamente elegido diputado (1820-1822). En esta segunda etapa parlamentaria, su experiencia y conocimientos jurídicos resultaron fundamentales en los intentos de consolidación de un Estado liberal. Participó en comisiones legislativas, defendió la independencia judicial, y fue un firme opositor al regreso del absolutismo.

Aunque menos conocido que otros contemporáneos como Agustín de Argüelles o Martínez de la Rosa, Rodríguez Ledesma fue una figura clave en la construcción doctrinal del liberalismo jurídico español. Su actividad como escritor y pensador político dejó una huella discreta pero profunda en la evolución del constitucionalismo del siglo XIX. En sus textos, defendió la idea de un Estado regido por la ley, con una clara división de poderes y garantía de los derechos individuales.

No se limitó a una postura teórica. Su visión del derecho era profundamente práctica y transformadora: creía que las leyes no debían ser privilegios otorgados por el soberano, sino normas fruto del consenso y la voluntad nacional. En un contexto donde el liberalismo se debatía entre el reformismo y la radicalización, Rodríguez Ledesma optó por una vía moderada pero firme, convencido de que el verdadero progreso radicaba en la consolidación institucional.

Fue nombrado abogado de los Reales Consejos en 1789 colegiándose en Madrid y ejerciendo en la capital. Combinó la práctica jurídica con la labor como dramaturgo, en la que no destacó como autor original sino como adaptador de obras extranjeras. Es el caso de su obra "El falso profeta Mahoma", que era una traducción y adaptación de la obra de Voltaire.

En 1795, comenzó su trayectoria política como diputado general de Extremadura, iniciando así una carrera pública que se desarrolló en distintos ámbitos del Estado. Gracias al apoyo de Juan Morales de Guzmán, accedió a los cargos de secretario del corregimiento e intendencia de Madrid. También contó con la protección de Manuela Godoy, a quien dedicó parte de su obra literaria.

En 1799 ejerció brevemente como secretario de la Junta de Dirección de Teatros de Madrid, etapa en la que publicó su ensayo "Ensayo sobre el origen y naturaleza de las pasiones, del gesto y de la acción teatral", bajo el seudónimo anagramático Fermín Eduardo Zeglirscosac.

Pese a los intentos de algunos autores por vincularlo con los afrancesados, durante la Guerra de Independencia rechazó integrarse al gobierno de José Bonaparte, renunciando al cargo de diputado en la Junta de Bayona y continuando su labor como jurista.

En 1813 fue elegido diputado a Cortes, llegando a ocupar la presidencia de la cámara por un breve periodo. Durante el Trienio Liberal volvió a ser electo como diputado y continuó con su labor intelectual, publicando traducciones de autores ilustrados como "Tratado elemental de economía política", de Pietro Verri, y "Elementos de legislación natural", de Jean André Perrau.

La figura de Rodríguez Ledesma ha quedado parcialmente eclipsada en los relatos canónicos del liberalismo español. Sin embargo, su trayectoria vital y profesional ejemplifica el compromiso cívico de una generación de juristas que, desde los despachos y las cortes, lucharon por sentar las bases de una España moderna.

Su legado —jurídico, político e intelectual— forma parte del sustrato sobre el que se edificó el constitucionalismo español, y merece una recuperación crítica. A través de su biografía se puede trazar no solo la evolución del derecho en España, sino también las tensiones ideológicas que marcaron la entrada del país en la contemporaneidad.

El 18 de febrero de 1823, en plena crisis del Trienio Liberal, Rodríguez de Ledesma firmó su testamento en Madrid, en un contexto político convulso marcado por la inminente restauración absolutista. Como otros intelectuales y políticos liberales de su tiempo, su futuro se tornaba incierto ante el avance de las fuerzas reaccionarias que amenazaban con desmantelar las reformas impulsadas desde 1820.

Tras ese acto, su rastro se desvaneció. A pesar de los intentos posteriores por localizarlo, no se ha determinado con certeza la fecha ni las circunstancias de su fallecimiento, convirtiendo su final en un enigma histórico. En 1825, la Corte ordenó diligencias para dar con su paradero con el fin de que compareciera en un expediente relativo a la Mesta, influyente institución ganadera. Sin embargo, no se le halló ni en Madrid ni en Extremadura, lo que consolidó el misterio en torno a su desaparición y su posible muerte en el exilio o en el anonimato.



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