Trujillo: un plató de
cine a cielo abierto
Pasear por las calles de Trujillo es como entrar en un viaje
cinematográfico. Sus murallas, plazas y palacios respiran historia y, al mismo
tiempo, ofrecen un escenario perfecto para que el séptimo arte cobre vida. No
hace falta artificio: su casco histórico se conserva de tal forma que ningún
director requiere grandes intervenciones para ambientar escenas de época.
La ciudad, auténtico “crisol de culturas”, ha recibido la
huella de vettones, romanos, árabes, judíos y cristianos. Esa mezcla de estilos
y tradiciones no solo la convierte en un tesoro patrimonial, sino también en un
decorado natural de enorme atractivo para las productoras nacionales e internacionales.
En los últimos años, cadenas de prestigio como HBO, ABC o
Televisión Española han fijado su mirada en Trujillo. Y no es casualidad: pocos
lugares ofrecen un abanico tan amplio de posibilidades, desde fortalezas
medievales hasta conventos renacentistas o plazas que parecen congeladas en el
tiempo.
La historia del cine en Trujillo arranca en 1963 con El
Tulipán Negro, superproducción francesa protagonizada por Alain Delon y Virna
Lisi. Durante días, la ciudad extremeña se transformó en la Francia revolucionaria.
La Plaza Mayor y el Castillo fueron testigos de duelos de espadas, cabalgatas y
conspiraciones, inaugurando así una tradición fílmica que sigue viva seis
décadas después.
En los años 70, Trujillo volvió a atraer cámaras. En 1975,
Ricardo Franco adaptó la obra de Camilo José Cela, La familia de Pascual
Duarte, rodando escenas en viviendas particulares que aún conservaban el aire
austero y romántico de épocas pasadas. Un año después, Vicente Escrivá eligió
sus calles para La Lozana Andaluza, película polémica para la época por la
carga erótica de algunas escenas. También entonces se rodó la comedia Los
alegres pícaros, dirigida por Mario Monicelli, inspirada en clásicos de la
literatura española como el Lazarillo de Tormes o Guzmán de Alfarache.
El salto internacional se consolidó en 1985 con Los señores
del acero, dirigida por Paul Verhoeven. El imponente castillo trujillano se
convirtió en una fortaleza sitiada, en un film que se caracterizó por su
crudeza y violencia, con una banda sonora inolvidable de Basil Poledouris.
Quizás uno de los rodajes más recordados en Trujillo sea
1492: La conquista del paraíso, de Ridley Scott, estrenada en 1992 con Gerard
Depardieu en el papel de Cristóbal Colón. El director británico convirtió la
ciudad en una vibrante Granada renacentista. Durante varias jornadas, plazas y
conventos fueron invadidos por caballos, pendones y actores de primera fila,
transportando a los espectadores a la época de los Reyes Católicos.
Ese mismo año, el humor de José Luis Cuerda llenó las calles
con La Marrana, protagonizada por Alfredo Landa y Antonio Resines. Con un tono
más costumbrista, el film narraba las desventuras de dos hombres y una cerda en
plena España del siglo XVI.
Los años 90 confirmaron a Trujillo como referente cinematográfico.
En 1996, se rodó La Celestina, con Juan Diego Botto y una jovencísima Penélope
Cruz. La obra clásica de Fernando de Rojas encontró en la ciudad el marco
perfecto para su historia de pasiones y engaños.
Ya en 2005, el director Ray Loriga volvió a situar a
Trujillo en las pantallas con Teresa, el cuerpo de Cristo, protagonizada por
Paz Vega. La ermita de Santa Ana y la zona monumental fueron algunos de los
escenarios de este largometraje que buscaba retratar la espiritualidad y
contradicciones de Santa Teresa de Jesús.
El siglo XXI trajo consigo un nuevo auge gracias a las
series de televisión. En 2011, la producción española Isabel, mi reina, recreó
la vida de Isabel la Católica en localizaciones de Cáceres y Trujillo. El actor
Rodolfo Sancho reconocía entonces: “Son las ciudades que conservan el casco
histórico mejor de toda España, apenas había que intervenir en nada”.
Pero la gran explosión llegó en 2018 con el rodaje de la
séptima temporada de Juego de Tronos. El castillo de Trujillo se convirtió en
un escenario clave, compartiendo plano con los paisajes naturales de Los
Barruecos en Malpartida de Cáceres. La producción no solo colocó a la ciudad en
el mapa de millones de espectadores en todo el mundo, sino que también impulsó
el turismo local con un notable aumento de visitantes.
En paralelo, la serie estadounidense Still Star Crossed,
inspirada en la obra de Shakespeare, eligió la Plaza Mayor, el Palacio de San
Carlos y la iglesia de Santa María para sus grabaciones. Una producción de la
cadena ABC y Shondaland —responsable de éxitos como Anatomía de Grey— que
volvió a demostrar que Trujillo tiene un atractivo universal.
Además de películas y series, Trujillo ha sido escenario
habitual de documentales y reportajes sobre la conquista de América y la figura
de Francisco Pizarro, hijo ilustre de la ciudad. Su legado ha despertado el
interés de cadenas internacionales que ven en estas calles un lugar idóneo para
recrear episodios históricos ligados al Descubrimiento y la Evangelización.
Hoy, hablar de Trujillo es hablar de un lugar que combina
historia, patrimonio y modernidad con la proyección cultural que otorga el
cine. Cada rodaje deja una huella, no solo en las pantallas, sino en la
economía y el turismo local. Restaurantes, hoteles y guías turísticos han visto
cómo el interés de los visitantes crece a medida que las producciones
convierten a la ciudad en un icono global.
Trujillo no es simplemente un escenario: es un personaje en
sí mismo. Sus murallas han visto pasar caballeros medievales, exploradores del
Nuevo Mundo, pícaros del Siglo de Oro y dragones televisivos. Un lugar donde el
pasado se convierte en presente a través de la magia del cine.
 
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