La zarzuela Luisa Fernanda se escribió en Trujillo
La ciudad de Trujillo, cuna de historia, arte y tradición,
ha sido a lo largo de los siglos lugar de encuentro para ilustres personajes
del ámbito cultural, político y social. Entre ellos, destaca la figura del
maestro Federico Moreno Torroba, compositor de la célebre zarzuela Luisa Fernanda, una de las obras más
emblemáticas del repertorio lírico español del siglo XX.
Coincidiendo con el primer día de la tradicional feria de
junio, varios trujillanos que posteriormente escribieron sus impresiones en
periódicos locales de la época, tuvieron el honor de conversar con el maestro
durante su estancia en nuestra ciudad. No pudieron evitar preguntarle si su
visita tenía relación con la adquisición de algún aderezo, joya típica de
nuestra artesanía local, como evocando aquella célebre línea de la zarzuela:
“De la feria de Trujillo te he traído un aderezo”, pronunciada por el
entrañable personaje de Vidal, símbolo del labrador extremeño.
Sin embargo, el motivo que trajo al maestro en aquella
ocasión no fue festivo, sino melancólico: venía a rendir homenaje póstumo al
señor Salas Bosh, cuya pérdida había conmocionado a numerosos trujillanos. A
pesar del dolor que le causaba la noticia, Moreno Torroba se mostró emocionado
al reencontrarse con la ciudad que, en sus propias palabras, había servido de
base e inspiración para escribir Luisa
Fernanda, durante su estancia en la ciudad.
Pocos conocen que la zarzuela Luisa Fernanda fue concebida en parte en tierras trujillanas.
Según relató el propio compositor, la
letra de la obra fue escrita por Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw, en
una dehesa cercana a la ciudad, conocida con el pintoresco nombre de
“Mamaleche”. Ambos libretistas, unidos por una profunda amistad y una
sensibilidad lírica extraordinaria, encontraron en el paisaje extremeño la
inspiración perfecta para dar vida a una historia de amores, ideales y
costumbres populares. La riqueza de la dehesa, la nobleza del carácter
extremeño y la estética rural de la zona se tradujeron en versos que,
acompañados por la magistral música de Moreno Torroba, terminaron por
inmortalizar la esencia de Extremadura sobre los escenarios.
Cabe destacar que Moreno Torroba, además de compositor de
renombre, fue presidente de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando,
lo que da muestra de su prestigio intelectual y artístico en el panorama
cultural de su época.
En el alma de Luisa
Fernanda late el espíritu de Trujillo. No solo por la mención explícita de
la ciudad en sus diálogos, sino por la fuerza emocional que transmite cada una
de sus melodías y letras. Así lo recuerda una de las coplas que forma parte del
repertorio:
“En los encinares de
mi Extremadura,
tengo una casina chicusa y blanquina,
parece un palacio mi pobre casina,
pues guarda una moza como una infantina…”
Y continúa:
“…Por los encinares voy en mi caballo,
a ver a la moza que me ha enamorado,
será, si Dios quiere, la dueña y señora
de mis encinares y de mi persona…”
“…De la feria de
Trujillo te he traído un aderezo…
¡Ay, mi morena, morena clara!
¡Ay, mi morena, qué gusto da mirarla!
Toda la vida, mi compañera, toda la vida…”
Estas letras, que evocan tanto el paisaje como la emoción de
la tierra extremeña, conectan directamente con las tradiciones de nuestra
ciudad. La imagen del aderezo, joya característica del atuendo tradicional
trujillano, se convierte así en símbolo de amor y pertenencia, y, al mismo
tiempo, en homenaje al patrimonio artesanal del lugar.
Tras 35 años de su visita a Trujillo, el maestro Moreno
Torroba recordó con nostalgia en un escrito que en su primera visita a la feria
trujillana, había adquirido unos pendientes, aunque no llegó a comprar el
famoso aderezo. No obstante, rememoró con entusiasmo el bullicio, el colorido y
la hospitalidad del pueblo, elementos que, sin duda, alimentaron su creatividad
musical.
Luisa Fernanda, estrenada en 1932 en el Teatro Calderón de Madrid, no ha dejado de representarse desde entonces. Su éxito, sostenido por generaciones, es testimonio del talento de sus creadores y del arraigo emocional que despierta en el público. Y Trujillo, aunque discretamente, ha estado siempre presente en esa historia. El legado del maestro Moreno Torroba sigue vivo no solo en los escenarios, sino también en el recuerdo de los trujillanos que, con orgullo, pueden decir que una parte de la zarzuela más castiza de España se escribió bajo los cielos de Mamaleche, entre encinas, mozas e ilusiones.
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