Aproximación artística al panorama pictórico mural del
Monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe
El esplendor pictórico del Monasterio de Guadalupe puede
decirse que comienza con la llegada de la Orden de San Jerónimo, la cual se
hace cargo del Monasterio el 22 de octubre de 1389. Los monjes convirtieron a
este lugar en un emporio de riqueza artística, convirtiéndolo en una joya
museística, en la que las pinturas destacan por la cantidad y también por su
calidad, llenando la práctica totalidad de los espacios que conforman este
edificio monacal. Las primeras construcciones de este magno monumento
comenzaron a finales del siglo XIV, en estilo gótico-mudéjar, y con ellas las
primeras manifestaciones pictóricas, aunque es más tarde, en el siglo XVII
(Siglo de Oro) cuando el Monasterio recibe la presencia de los elementos más
grandiosos.
Una de las zonas más nobles del monasterio es el coro. El
primigenio coro de tiempos alfonsinos fue ampliado en tiempos del prior fray
Yáñez (1389-1412)[1],
dejando en la zona inferior la antigua Sala Capitular (capilla de San Martín) y
siendo reformado por Larra Churriguera en época del prior Juan de Almadén
(1742-44)[2].
Se cubre con bóveda estrellada decorada con pinturas que semejan el cielo azul,
con muchas estrellas y motivos florales, y ocho angelotes tocando instrumentos
musicales, que aparece descrito ya a finales del siglo XVI (1597) por el padre
Talavera[3].
Consideramos que estas pinturas son obra de Juan de Flandes, que se encontraba
entre los años 1495-1498 pintando los respaldos de la sillería de coro del
mismo monasterio.
Las pinturas murales de uno de los conjuntos más
espectaculares del monasterio, la Sala
Capitular, han sido restauradas recientemente (año 2011). En la valoración y
correcta comprensión resulta fundamental el programa pictórico que
originalmente enriquecía la totalidad de la superficie de bóvedas y muros y
cuya disposición y organización obedecen a la estética mudéjar: sistema de
compartimentación en registros y estratificación de los mismos, en los que,
conforme a la habitual síntesis de este estilo, se funden el repertorio gótico
cristiano de temas de cardos, estructuras arquitectónicas en perspectiva, temas
heráldico os, rosetón es y terracerías, imitación de textiles, remates en forma
de cresterías con pináculos y hojas treboladas, empleadas en la decoración de
la parte superior de los muros y el procedente del mundo islámico, mediante
labores geométricas que repiten esquemas compositivos característicos de los
alicatados de cerámica. La decoración pictórica de los muros de las Salas
organizó de acuerdo con el doble banco corrido donde se sentaban los frailes,
cuyo frente ocupan las pinturas de tracería gótica. La decoración pictórica
hace la función de respaldos de los asientos. La composición parte de un friso
corrido con una sencilla labor de alicatado fingido, en colores blanco, azul y
verde. Sobre este friso se distribuyen una serie de paneles de tamaño desigual,
enmarcados por bandas con tracerías góticas, que presenta motivos de clavos en
su unión.
Sala capitular del monasterio de Ntra. Sra. de Guadalupe
Los de mayores dimensiones
corresponden a grandes rosetones, alternando con estructuras arquitectónicas en
perspectiva, donde encontramos motivos heráldicos. Entre éstas y aquéllos se
disponen estrechos paneles verticales, a modo de pilastras, ocupados con temas
de cardos. El remate de este conjunto pictórico está compuesto por un primer
friso corrido con ménsulas en perspectiva; otro más ocupado por tracerías con temas
de clavo que se corresponden con los enmarques de los grandes paneles
inferiores y, finalmente, un coronamiento integrado por pináculos y cresterías.
Algunos de estos motivos, así como las ménsulas en perspectiva, se encuentran
en el repertorio ornamental de la azulejería de la segunda mitad del siglo XV.
Lo que es un claro ejemplo entre la pintura mural y su relación con la cerámica
policromada. Hay que tener en cuenta que los temas vegetales se ha empleado una
gama cromática ocre, con algunos toques de verde, rojo y negro, mientras los
edículos en perspectiva que contienen los escudos están realizados en gris con
ciertos complementos ornamentales en rojos y ocres, color que también se ha
utilizado para el fondo del panel.
Los escudos se alternan con los rosetones, y corresponden a la Orden Jerónima, integrada por un capelo cardenalicio que cobija una cruz florenzada y un león, y al del propio monasterio, en el que figura una jarra de azucenas alusiva a Santa María de Guadalupe.
Respecto a las pinturas que decoran las bóvedas se emplearon cardinas, cresterías y temas vegetales, además de la simulación de cantería. El sistema seguido en la disposición de las labores pictóricas contribuye a reforzar la compartimentación de las cubiertas y a resaltar el juego de triángulos determinado por las nervaduras pintadas en franjas de colores, resaltándose con ello las distintas molduras que la integran[4]. Similar división en franjas ofrecen las claves en su encuentro con los nervios que, una vez liberadas de los pinjantes de madera dorada añadidos en fecha posterior, presentan círculos concéntricos en tonos blancos, rojos y negros, además del dorado utilizado para reforzar las rosetas y otros motivos. En los plementos de las bóvedas se han fingido molduras en bocel, de color blanco y sobre las que se simula el despiece de sillares, enmarcando unas cenefas que, en el primer tramo de bóveda, están ocupadas por tracerías góticas, mientras que en el segundo tramo figuran motivos vegetales. El resto de las superficies presentan en formato triangular temas de cardinas en colores grises y ocres sobre fondo azul o rojizo, alternativamente. En el siguiente tramo de bóveda el fondo de los elementos es blanco y los cardos, algo más estilizados, están pintados utilizando una delicada gama de tonos rojos reforzados con grises. La edificación de estas dependencias se ejecutaron entre 1463 y 1469.
Posiblemente intervino en
las obras Anequín Egas, que durante esos años realizó diferentes sepulcros para
el monasterio. Respecto a la ejecución de las pinturas datadas en el último
tercio del siglo XV podemos relacionarlas con algunas creaciones pictóricas de
los monasterios de La Rábida y de San Isidoro del Campo. No podemos asegurar la
autoría de Anequín Egas, pero sí tenemos constancia de que a mediados del siglo
trabajaban para el monasterio de Guadalupe los pintores Pedro Gómez Antón,
Alonso Carrillo, Francisco Vázquez, Alfonso López y el maestre Felipe,
planteando la hipótesis de que dichos maestros intervinieran en la realización
de las pinturas.
En la sacristía se recogen
entre otras, cinco escenas de la vida de San Jerónimo, enmarcadas con motivos
vegetales, roleos, motivos heráldicos como el escudo del Monasterio, angelotes
cubriendo todo el espacio respondiendo al "horror vacui"[6]:
San jerónimo ante el Papa San Dámaso; San Jerónimo dictando normas a los monjes
fundadores; San Jerónimo con la Caridad; San Jerónimo con la Fe; y San Jerónimo
recibe lecciones de hebreo de un rabino. La decoración se completa en la
capilla de San Jerónimo, concretamente en las bóvedas y pechinas, donde se
representa motivos figurados, concretamente en la bóveda de cañón que cubre el
espacio del retablo se ha pintado un rompimiento de gloria, con el Espíritu
Santo en forma de paloma y seis cabezas de angelotes. Los lunes dos que
sostienen la cubierta van decorados con medallones con ángeles.
La
capilla de Santa Ana
se encuentra a la entrada del templo, construida en los primeros años del siglo
XV, adornada con pinturas murales gótica-flamencas de la misma época. Destaca
el Sepulcro de los Velasco de estilo gótico realizada por el escultor Egas Cueman. Entre los añadidos a la realización del sepulcro, nos
encontramos con ángeles portadores de escudos, adosados a la pared. Se pintó la
zona inferior con un zócalo en el que se repite la heráldica de los finados,
con pinturas de tonos azules y blancos.
Antes
de las fiestas de Nuestra Señora, el 8 de septiembre, los responsables de la
empresa TEKNE, Conservación y Restauración S.L, de Madrid, dieron por concluida
la segunda fase de los trabajos en la capilla de Santa Ana. La obra, emprendida
por la consejería de educación y cultura del gobierno de Extremadura, fue
presentada en 120.000 € para ser ejecutada en dos fases, último trimestre de
2014 y primer trimestre de 2015. Restauradas ya las bóvedas de los dos primeros
tramos, ésta ha consistido limpiar y restaurar el lienzo central del retablo,
obra del pintor cordobés Pablo de céspedes (1538- 1608), junto a los otros
pequeños de la predela. También se ha limpiado el sepulcro del matrimonio
Velasco-Cuadros, con los dos ángeles portantes de escudos, obras del escultor
bruselense Egas Cueman, y lo más lúcido de todo: la restauración de la pintura
mural que guarda la capilla, friso de la cabecera del lado de la epístola y un
pequeño zócalo en la parte del evangelio. Con esta intervención se completa la
restauración del presbiterio de la capilla, obra del siglo XV, edificada a la
entrada de la basílica, entre las dos torres de la fachada que mira a mediodía.
Falta por reparar la nave que ocupa la otra mitad del edificio, con sus
nervaduras góticas y ménsulas de ángeles polícromos, así como la interesante
bóveda de terceletes que da paso al interior del santuario.
Antes de las fiestas de Nuestra Señora, el 8
de septiembre, los responsables de la empresa TEKNE, conservación y
restauración S.L, de Madrid, dieron por concluida la segunda fase de los
trabajos en la capilla de Santa Ana. La obra, emprendida por la consejería de
educación y cultura del gobierno de Extremadura, fue presentada en 120.000 €
para ser ejecutada en dos fases, último trimestre de 2014 y primer trimestre de
2015. Restauradas ya las bóvedas de los dos primeros tramos, ésta ha consistido
limpiar y restaurar el lienzo central del retablo, obra del pintor cordobés
Pablo de céspedes (1538- 1608), junto a los otros pequeños de la predela.
También se ha limpiado el sepulcro del matrimonio Velasco-Cuadros, con los dos
ángeles portantes de escudos, obras del escultor bruselense Egas Cueman, y lo
más lúcido de todo: la restauración de la pintura mural que guarda la capilla,
friso de la cabecera del lado de la epístola y un pequeño zócalo en la parte
del evangelio. Con esta intervención se completa la restauración del
presbiterio de la capilla, obra del siglo XV, edificada a la entrada de la
basílica, entre las dos torres de la fachada que mira a mediodía. Falta por
reparar la nave que ocupa la otra mitad del edificio, con sus nervadura góticas
y ménsulas de ángeles polícromos, así como la interesante bóveda de terceletes
que da paso al interior del santuario.
Interesantes pinturas murales encontramos en el
Camarín, situado al este del monasterio, detrás del ábside del templo, es una
espléndida construcción barroca (1687-1696)[7] atrevida en su arquitectura de los arquitectos
madrileños Matías Román y Francisco Rodríguez Romero[8] y fascinante en su ornamentación. Exteriormente se
nos presenta como una esbelta torre de planta octogonal, construida en
mampostería y ladrillo visto y coronada con una hermosa cúpula y lucernario.
En el interior tiene planta baja, popularmente
conocida como panteón y ahora, capilla de los siete altares, de disposición
octogonal. En el segundo cuerpo está el camarín sobre cuatro pilastras que
sostienen arcos torales sobre los que descansa el tambor de la cúpula, dotado
de ocho hermosas ventanas con vidrieras[9]. Será Juan de Trujillo[10] el que promueva la ornamentación artística del
camarín, a base de zócalos realizados con jaspes y mármoles bruñidos de Cabra,
yeserías, frisos lucidos. No podemos olvidar que el camarín muestra una
arquitectura en cruz griega, cuyos brazos forman cuatro ábsides en cada uno se
sitúan cuatro pilastras vaciadas, dejando entre ellas tres espacios ocupados
los centrales por puertas y los otros nueve por los cuadros de la vida de la virgen
de Lucas Jordán. El Centro se cubre con cúpula con tambor y terminada linterna,
los brazos reciben cascarones decorados a modo de conchas de yesería.
Encontramos una decoración histórica mural, obra de Pedro José de Uceda que
recibió en el año 1736 el encargo de decorar el camarín[11], en el que encontramos un programa iconográfico de
exaltación de la Virgen María. En las escaleras que suben al camarín existen
trece cuadros que narran la historia de la Virgen de Guadalupe a los que
tenemos que sumar los lienzos pintados por Lucas Jordán, ya citados, las ocho
Mujeres Fuertes y la decoración mural sobre los cuadros.
Las pinturas murales barrocas fueron restauradas en
1985, por iniciativa de fray Francisco Oterino, entonces guardián del
Monasterio y dirigidas por don Francisco Arquillo Torres, titular de la cátedra
de restauración de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Sevilla. La
restauración comprendió la fijación de oro y pinturas, limpieza técnica y
reintegración de las partes afectadas, llevándose a cabo durante los meses de
julio y agosto de 1985[12].
Existen otras pinturas murales en la nave de Santa
Paula, es la que
comunica la Basílica con el templo, donde destacan en su parte superior unas
pinturas murales de estilo mudéjar y una inscripción latina en letras góticas
junto a unas composiciones de lazo. Estas pinturas fueron descubiertas en el
siglo XVII[13]. También, en la sala capitular que se
encuentra en la parte baja del claustro, de planta rectangular, con bóveda de
crucería de terceletes. En el muro izquierdo de la puerta aún subsisten
pinturas murales mudéjares en fondo blanco con estrellas de ocho, combinadas de
lazo de cuatro en azul[14].
[1]
GARCÍA, S: Guadalupe de Extremadura,
Sevilla, 1979, p. 21.
[2]
JIMÉNEZ PRIEGO, M. T: “Nuevas aportaciones sobre Manuel de Larra y
Churriguera”. B.S.A.A, tomos XL-XLI,
Valladolid, 1975, p. 349.
[3]
TALAVERA, fr. : Historia de Santa María de Guadalupe, Toledo, 1597, p. 203.
[4]
Agradecimiento a don Leandro de la Vega y don Santiago Ferrete, de la empresa Agora, en el proyecto y la dirección
técnica de la restauración en las pinturas.
[5]
MUÑOZ JIMÉNEZ, J. M: "El arquitecto fray Alonso de San José y la sacristía
del Monasterio de Guadalupe". Revista
de Guadalupe. núm. 219, 1990, pp.
143-148.
[6]
TERRÓN REYNODLS, M. T: Pintura barroca en
Extremadura, Cáceres, 2000, p. 121.
[7]
Archivo del Monasterio de Guadalupe, legajo 153, cuentas del oficio de
mayordomía (1601-1698)
[8]
Archivo Histórico Nacional, Clero, legajo 1424. Certificación de Francisco
Rodríguez, maestro del camarín, 10 de junio de 1696.
[9]
GARCÍA, S y TEJADA VIZUETE, F: El camarín
de Guadalupe. Madrid, 1996, p.
45-46.
[10]
Archivo del Monasterio de Guadalupe, códice 132, folios 16-21.
[11]
GARCÍA RODRÍGUEZ, S y TEJADA VIZUETE, op. cit., p. 60. Archivo del Monasterio de Guadalupe, códice
112, libro de recibo y gasto que tiene la fábrica, adornos y lucimiento del
iglesia (1742-44).
[12]
OTERINO, F: "Restauración de las pinturas murales del camarín", en Revista Guadalupe, 677, 1985, p. 162.
[13]
Según el padre Zamora, fueron descubiertas en el año 1696, unas pinturas
mudéjares, con lacerías y formando estrellas. ZARMORA, FR. “La primitiva ermita
de Nuestra Señora de Guadalupe”. Revista Guadalupe,
582, 1971, p. 91.
[14]
MOGOLLÓN CANO-CORTÉS, P: El mudéjar en
Extremadura, Salamanca, 1987, p. 194; Cit. ANDRÉS, P: Guadalupe, un centro histórico de desarrollo artístico y cultural.
Salamanca, 2001, p. 131.
No hay comentarios:
Publicar un comentario