miércoles, 30 de octubre de 2024

 

Los ángeles “malos” de la ermita del Santo Cristo del Ejido de Talaván

 

 

Cualquier persona que visite la ruinosa ermita del cemente­rio viejo de Talaván, se quedará sorprendido por las curiosas pinturas murales que aparecen en los muros maestros.

La ermita se encuentra muy próxima a la iglesia parroquial, en un extremo de la población junto a un camino. Sorprende la pobreza de recur­sos empleados en su construcción, al recurrir a mampostería de pizarra y al ladrillo en sus muros, incluyendo los contrafuertes, que no se diferencian como debieran con una fábrica más cuidada.

El origen del cementerio viejo de Talaván se halla en la ermita del Cristo del Egido, más popularmente conocida como del Santo Cristo. La Her­mandad del Santo Cristo que fue la propietaria de la ermita llegará a conse­guir una enorme influencia en el gobierno municipal, oficiando los plenos en dicha ermita. En el informe, Instrucción para la visita que deben hacer el Regente y Ministros de la nueva Real Audiencia de Extremadura (1790), nos aclara: “Los que componen el ayuntamiento se congregan en la ermita llamada del Christo del Egido y nombran doce electores, que son juramentados y estos eligen los jueces y demás personas de gobierno para el año siguiente; son estos dos alcaldes con jurisdicción ordinaria primero y segundo y otros dos de la Hermandad, dos regidores, procurador del común, también se nombran dos diputados por los 24 electores con arreglo a Reales Órdenes; hay también alguacil, a quien nombran los 13 electores. Los alcaldes ordinarios, los regidores y el procurador tienen cuatro ducados de salario que se pagan de propios, pero nada el alguacil. Hay también un escribano numerario, a quien nombra el dueño temporal, y por serlo asimismo de ayuntamiento y asistir a junta municipal venida guerra, oficio caballería, se le pagan de propios ochenta duca­dos cada año y no es escribano real”.

La ermita fue construida a mediados del siglo XVI con mampostería de piedra y pizarra. Dos únicos vanos a los pies del templo serían los que per­mitirían dar entrada a la luz. Actualmente sólo permanece en pie el aboveda­miento más o menos semiesférico de la capilla mayor, la cual se remata en el exterior con una aguda pirámide maciza de ladrillo. El resto de techumbres y buena parte de los muros se han perdido, arrastrando consigo los esgrafia­dos que sustentaban.

La ermita tiene nave única rectangular dividida en dos tramos por un arco perpiaño de medio punto que aún se conserva completo y con capi­lla mayor de planta hexagonal irregular cubierta con bóveda vaída decorada profusamente a base de tramas de distintos esgrafiados en doble encintado en posición rentangular con motivos vegetales y cenegas geométricas, corre una inscripción que hace alusión al sacrificio de Cristo que fecha las pintu­ras al fresco: “OBLATUS EST QVIA. IPSE VOLUIT. ET PECCATA NOSTRA. IPSE. PORTAVIT E SAIES. SB MARZO 15 DE 1628 ANOS” (cuya traducción es: “Fue ofrecido porque él lo quiso. Isaías 53. Y él cargó con nuestros pecados. 15 de marzo de 1628”, según el Libro bíblico profético, Isaías 53), y cabezas de querubines infernales alados, símbolos eucarísticos, de los que parten hojas que se reparten por todo el espacio. En el mencionado capítulo, Isaías se detiene en explicar la redención de la humanidad a través del sufrimiento de Cristo en la Pasión; la imagen de un hombre inocente, hijo de Dios pero ser humano en el mundo terrenal, que resignadamente acepta el dolor y la humillación para salvar a una humanidad que le desprecia. Dentro del capítulo hay otros versículos muy sugerentes al ponerlos en relación con la propuesta de significado que hemos hecho de los réprobos. En el noveno se viene a decir que a Cristo se le dio un sepulcro entre los malhechores y una tumba con los impíos.

Estos querubines alados que hemos mencionado son conocidos me­diáticamente como “los condenados” de Talaván o “ángeles malos” a raíz del programa televisivo de Iker Jiménez “Cuarto Milenio”, emitido el 17 de sep­tiembre de 2012, que argumentara una serie de misterios sin ninguna base científica, son ángeles con sus alas que nos quieren indicar que son almas; sus rostros de dientes afilados y expresión terrorífica, nos indican que estas almas pertenecen a réprobos con destino al infierno. Todas las cabezas visten unos gorros enigmáticos, de apariencia festiva, acaso a modo de capirote pe­nitencial. Podemos entender las alas como indicativo de entes espirituales, de almas; los rostros horribles, de dientes picudos y expresión terrorífica, posiblemente nos quieran expresar que tales almas pertenecen a réprobos con destino al infierno. Esta metáfora visual se vería complementada por el gorro, a modo de coroza penitencial, y por la leyenda bíblica que parece reprocharlos, por su condición de condenados, el desprecio al sacrificio de Cristo.

La técnica decorativa utiliza­da para revestir la capilla mayor se basa en la superposición de capas de revoques utilizando los colores blanco y negro, aplicándose una lechada de cal que servía de base al dibujo trasladado al muro, en este caso motivos vegetales, friso de roleos entrelazados y motivos figurativos a base de ange­lotes que portan cartelas con los motivos pasionales de la Pasión de Cristo: clavos de Cristo, la Columna y los flagelos, el Santo Sudario.

Continúa el programa decorativo por la parte alta de los muros, lin­dando con la base de la bóveda mediante un friso de esgrafiado, en el que parejas de figuras fantásticas, mitad humanos y mitad vegetales, sujetan medallones con elementos de la Pasión de Cristo. En los medallones que no se han perdido se identifican los tres clavos, la escalera, las tenazas, un par de flage­los y, en el centro del friso, la corona de espinas. El resto de los paramentos desde este friso hasta el suelo se reviste con una malla de esgrafiado como la de la cúpula, en cuyas celdillas se inscriben idénticas rosetas. Se advierte que salvo la bóveda, los muros fueron blanqueados afortunadamente sin picar el esgrafiado que permanece debajo. En la pared central de la capilla existe una amplia hornacina, no muy profunda, que debía alojar alguna imagen escul­tórica de Cristo Crucificado, pues se advierten los restos pictóricos de una cruz y de la sangre que manaba de las heridas del Cristo.

En cuanto a la nave de la ermita y su arco perpiaño, también se cu­bren enteramente de esgrafiados. En la parte superior de los muros se repite el friso de medallones sujetos por parejas de personajes fantásticos, y para lo demás se recurre a la malla en cuadrícula, pero esta vez con las celdillas vacías, sin rosetas. En las enjutas del arco diafragma destacan los bustos de personajes muy singulares.

En el cementerio, lo que fuera la nave del templo, también se conservan extrañas y misteriosas representaciones antropomorfas: Un medallón representa a un enigmático personaje mascu­lino de espeluznante mirada, tocado con un bombín, con bigote retorcido y perilla y ciertos rasgos felinos. Sustentando otros medallones que representan figuras humanas de hipnótica mirada nos encontramos a unos misteriosos personajes portado­res de naturaleza fantástica e híbrida, estos seres son representados con alas y cola vegetal, aún se pueden contemplar tres de los doce medallones que se cree que tenía la capilla.

Según un documento público, en el año 1790 ya se encontraba en rui­nas. Posteriormente, con las medidas desamortizadoras del siglo XIX el edi­ficio pasó a ser propiedad del Ayuntamiento, que decidió usar las dependen­cias situadas junto al presbiterio de la capilla como cementerio municipal.

Esta necrópolis se mantuvo operativa hasta la inauguración del actual camposanto en 1928, quedando desde entonces en completo desuso, abandono y ruina.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario